Noctilucas

Una silenciosa y solitaria noche de verano, en la orilla de la playa, en Caicaén, me encontraba deprimido, por mi mala experiencia en la práctica profesional. Me gustaba el mar y los peces, pero simplemente parte de mi se negaba a tener que formar parte de una maquinaria productiva donde se explota a la gente humilde y se le impone una forma de vida miserable. Ya había tomado mi decisión, no me importaba perder cuatro años de estudio, simplemente mi camino no iba por ese lado.

No sabía si reir o llorar, no sabía si estaba haciendo lo correcto. Y ya me estaba doliendo la cabeza de tanto darle vueltas al asunto.

En ese momento ocurrió algo fascinante. Levante la vista y pude ver asombrado cómo desprendían destellos fosforescentes las olas al reventar.

Me acerqué a la orilla, me arremangué los pantalones y no carente de cierto temor me mojé los pies en lo que parecía ser un agua radioactiva.

Al mover los pies en el agua, ésta se encendía en fosforescencias verdeazuladas y por unos segundos mis pies quedaban adornados en un aura fantasmagórica.

Al agua de mar había cobrado vida.

Al mirar con más atención la base de las olas, se podían ver verdaderos rayos de luces que aparecían y se perdían en lo profundo.

Eran peces pequeños celebrando su festín con las noctilucas.

Finalmente reí.