Cintia: Me invitaron a un pograma para hablar de sexualidad ¿No me ayudarías a refrescar conceptos,
teniendo la deferencia de hablar sobre el tema dando tu opinión?.
Quique: ¿Si, que problema puede haber?.
Pero dejame decirte esto: En Maquinista Sabio un automovil atropelló dandole muerte a cuatro adolecentes. En la ruta tres a la altura de Cañuelas otro se estrelló contra un camión muriendo todos los integrantes de una familia.
Cintia: Te agradesco la ayuda, pero ojo,
que yo no soy periodista de policiales ni quiero consustanciarme con el tema.
Quique: Pasa que la neblina es una de las causa principales de tanto accidente, la neblina y el quedarnos dormidos.
Cintia: Yo pienso que el sexo es como una droga.
Una persona medianamente activa tiene que tener para contar una larga historia en ese sentido.
Quique:(celoso) Pedile a San Antonio que te mande un novio o San Cayetano que te consiga un laburo en el Cabert.
Cintia: ¿Sexualidad significa que tienes que hablar de sexo, no?. Digo, trata fundamentalmente de la cultura que se inventa alrededor de ese hecho carnal. No sé pregunto, nunca hable de esto con nadie.
Quique: (caliente) Búscalo en la Internet.
La prostitución existe pues hay muchas personas que estan solas en la vida masturbandose,
y entonces emerge esa condición cultural, donde además la otra parte necesita resolver su problema de incersión económica, y así se hace carne en la cultura de la sociedad, esa manera de eliminar las consecuencias de la indeseada soledad; basicamente, se puede resumir, la descripción de esta cultura: por la acción desde el punto de partida del acoplamiento natural de los cuerpos para procrearse; y que de allí para adelante hay una gama de imagenes regentes muy grande de maneras diferentes de tener sexo.
Hay limites en las formas de hacerlo,
pero no así en el juego de la recreación,
que por el contrario puede resultar interminable al no poderse sasear nunca el apetito.
Cintia: Me interesa resaltar que esa cosa tan sencilla que es el amor entre dos personas,
que finalmente comprende a la mayoría,
merece un cultura aparte.
Quique: Después viene aquello donde necesitamos una mayor estimulación, por falta de deseo al estar tan avocados, dedicados a esa actividad,
o por el desgaste que provoca la rutina de la monogamia, donde para sentir goze y sentimiento de realisación no bastará con una simple carícia miserable, sino más bien atravez de unos pronfundos beso de lengua en los genitales.
Cintia: Para lo cual habrá quedado muy lejos ese punto de partida que fue la imagen de la fidelidad.
Pienso que los organos sexuales son independientes del ser, estan adheridos al cuerpo pero tienen vida propia. Pero además incluría al sexo anal como algo muy válido dentro de dicha cultura de la sexualidad, pués une las almas con mayor rigor con que lo hace el poder de la vagina.
Pero prometo sobre este tema haré silencio,
me de verguenza que piense que soy una cualquiera.
Quique: (Tocado por las palabras de Cintia) Y si los sos.
Cintia: ¿Como? ¿Que dices?.
Quique: Eso, que sos una puta que necesita vivir con la cola sentada en el pelado.
Cintia: Yo conocí solamente tres hombres en toda mi vida.
Quique: Si, pero porque naciste a los treinta años.
Cintia: ¿Me querés matar?
Quique: Sí, pronto vas a morir por mi culpa...
Sin contestar a tan horrendo discurso,
Cintia salió inmediatamente corriendo del departamento, asustadísima, pués tomo como muy ciertas las amenazas de Quique;
hasta el día de hoy su único amigo del maldito barrio, quien parecía estar ezquisofrénico,
pasando por un trance de alta locura demencial.
Cintia, presa del pánico, igual que Caperucita Roja, optó por tomar el camino de mayor recorrido, pensando que así despistaría al lobo asesino. Temblaba como una Margarita, desesperada percivía como inminente ese desenlase fatal.
Con urgencia llamó a una compañera de trabajo dejandole un mensaje de texto donde la alerta de que Quique la asesinaría.
Antes de llegar al hogar que era el destino final de la huída, cuando ajitada detuvo la carrera para tomar aire, sintió el frío cilindro del cañon de un revolver apollandose en la nuca, quien no tardó en hacerle estallar la cabeza en mil pedasos.
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