Hay ocasiones en que la desesperación por tener un peso en el bolsillo te lleva a determinaciones extremas como por ejemplo trabajar. Este fue el caso de Lucho que en una de esas situaciones no le quedo otra opción que aceptar un empleo como chofer de un reparto de aceitunas del padre de Pablo, un amigo inconsciente que poco le importo la falta de experiencia al frente de un volante que ofrecía el desempleado.
-¡Esta todo bien! Ni le comentes a mi viejo que andas inexperto manejando. De última vas a tomar experiencia con el transcurso del tiempo, como todo, dijo Pablo.
-¿Te parece? Mira que la licencia de conducir la saque en un huevo Kinder sorpresa; contesto Lucho nervioso.
-No pasa nada, vos dale.
Y así fue nomás. Al día siguiente se presento ante Don Alberto con el guiño cómplice de su amigo Pablo. Después de una breve entrevista, confiado por la recomendación de su hijo. Le presento a su compañero y copiloto Juan, un morocho tímido de pelo corto y nariz puntiaguda. Ante la presentación Juan estrecho su diestra. Lucho noto al tomar su mano que le faltaban dos dedos, el anular y el meñique.
En la primera jornada los acompaño Pablo. Mientras hacían el recorrido en una vieja Dodge 200 el hijo del jefe les contó:
-El chofer anterior era un desastre, choco y le iniciaron un juicio. Parece que le quitan la licencia. ¡Ja!.
-¡Che inconciente y vos me recomendas a mí! ¡Jaja!, dijo Pucho dejando escapar una risa nerviosa.
Siguieron el recorrido entre charlas y risas de los amigos y el silencio inexpresivo de Juan. Fue entonces cuando Lucho calculo mal y rayo de punta a punta la camioneta contra una hilera de autos estacionados.
-¡Nooo, que mal! ¡Tu viejo me mata!
-Ya paso. No comentemos nada.
El secreto corría para Lucho y Pablo ya que Juan nunca comentaba nada. Al terminar el recorrido, guardan la camioneta en él depósito. Mientras Don Alberto hacía señas tratando de guiar al vehículo, noto el rayón.
-¡Noooooo!, ¡No lo puedo creer!, grito enojado.
Lucho enrojeció y un calor intenso le recorrió el cuerpo. Pablo huyó y Juan seguía en silencio.
Don Alberto continuó:
-¡Este mal parido me rayo toda la camioneta antes de irse! Era claro, el jefe creyó que el chofer anterior se había vengado durante el último reparto antes de ser despedido. Lucho aprovecho.
-¡Que delincuente! ¡Este tipo de personajes es capaz de cualquier cosa! En realidad no se sabía si hablaba del anterior chofer o de sí mismo.
Transcurrieron los días y todo continuaba igual. La camioneta seguía pareciendo inmanejable y a pesar del tiempo y las simpáticas charlas cómplices que ofrecía Lucho, Juan apenas si sonreía como para demostrar que estaba vivo. Cuando el chofer le pedía que lo guíe en que esquina doblar, Juan señalaba con uno de sus tres dedos cuando ya estaban casi pasando la calle, a lo cual el conductor respondía con un volantazo violento que casi siempre dejaba como saldo algunos frascos de aceitunas rotos.
En una ocasión Lucho acelero para pasar un cruce de trenes antes de que cambie el semáforo. El terraplén era muy empinado por lo cual la camioneta voló al mejor estilo Brigada A. Juan alcanzo a decir: -¡No! Toda una novedad, ¡hablaba! A continuación un estrepitoso ruido a rotura de vidrios. Cuando giraron sus cabezas para ver la mercadería se encontraron con una gran picada faquir a base de picles, aceitunas, pepinillos y vidrios. Ahora debían inventar alguna excusa ante Don Alberto, lógicamente encarado por Lucho y el silencio más habitual que cómplice de Juan.
Los amigos de Lucho, al oír sus anécdotas al volante, opinaban que Juan no hablaba por el temor a como manejaba y que los dedos que le faltaban no era mas que lo que comenzó como una sencilla mordida de uñas producto de los nervios y que de seguir esa situación el pobre iba a terminar auto devorándose. En cambio el piloto sospechaba que su compañero era una paloma. Su teoría se basaba en lo siguiente:
-Es morocho, tiene nariz puntiaguda como un pico, tiene tres dedos y no habla. ¡Es una paloma! Veamos relaciones entre humanos y palomas a través de la humanidad. Ya en la Biblia Noé envió una paloma para ver si las aguas habían bajado y esta volvió con una rama en su pico de ¡olivo! Justamente olivo el árbol que da la aceituna. Los humanos usaron las palomas como mensajeras tal vez por su discreción ya que si se enteraban del mensaje que llevaban no iban a andar contándolo por ahí por una sencilla razón, no hablan. Es sabido que los magos prefieren las palomas, (mal llamadas *buchonas), por su silencio a develar los trucos. Por eso los ilusionistas nunca usaron loros, son demasiado parlanchines y alcahuetes. Imaginemos al artista sacando un loro de su galera:
-Prrrr, Pepe quiere la papa, prrr, y una galera con doble fondo más cómodo, prrr. Sería un fracaso.
Con todas estas conjeturas Lucho ya no tenía dudas, Juan era una paloma.
-¿Por qué tiene tres dedos?, le pregunto alguna vez a Pablo.
-Dicen que trabajó en una carnicería, contesto como si se tratara de una vieja leyenda.
-¿Pero se corto los dedos o la lengua?, porque por lo que habla, él no te lo contó.
-Creo que mi viejo lo escucho por ahí.
Las locuras de Lucho al volante lograron hacer hablar a Juan nuevamente. Fue cuando fueron con el reparto a la ciudad de Quilmes. Debido a las pocas explicaciones del copiloto, Lucho entendió mal cual era la calle en la cual debía dar vueltas permanentemente a la manzana ya que no se podía estacionar. Cuando ya estaba a punto de irse sospechando que Juan se había entretenido picando pan de la mano de un abuelo en alguna plaza, vio por el espejo retrovisor como este corría detrás de la camioneta gritando que no lo deje.
Hubo mas choques y roturas de frascos pero las aventuras de “Aceituman” y su silencioso compañero “El paloma” a bordo del “Aceitumovil” terminaron cuando el Comisionado Fierro, perdón Don Alberto mandó a Lucho a buscar la camioneta a un taller mecánico del cual tuvo que sacar al vehículo marcha atrás esquivando camiones. Por vergüenza y orgullo, ante la mirada de los empleados del taller, no quiso pedir ayuda y como consecuencia la parte trasera de la camioneta termino con un tajo abierto en la carrocería por un parachoques de un camión.
Don Alberto le explicó al chofer de una reestructuración y que a cambio le ofrecía salir de vendedor. La ganancia era de un peso cada cien frascos vendidos más o menos. Una forma elegante de decirle adiós.
Lucho entendió las pérdidas que estaba ocasionado al padre de su amigo y se marcho sin rencores, es más agradecido a Don Alberto de no descontarle el dinero que le hizo perder y hacerle conocer el mundo de La paloma y las aceitunas.
Al despedirse Lucho extendió su mano para saludar a Juan, pero este lo abrazo con fuerza y con los ojos vidriosos lo despidió con un gran discurso:
-¡Adiós **Pucho!, dijo. Nunca aprendió bien el apodo.
Sorprendido mientras se alejaba Lucho se dispuso a analizar lo que le sonó más a eslogan de campaña antitabaco, que a una despedida. Claro la emoción era de felicidad y el abrazo la rubrica de un agradecimiento a Lucho por no manejar más.
*buchona=soplona
**Pucho=Cigarrillo
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