Hoy la muerte tocó mi casa
con lejano rumor firme.
A encontrarse en sureñas tristezas
partió la mañana al abrirse,
y me he quedado con uñas de poeta
entre versos que se extinguen,
como la mañana que al irse
me dejó en la tarde sin fuerzas.
Y vino sin ser llamada
de entre sureña lluvia de invierno.
Hoy en mi casa hay quejas,
lamentos y fuego en los leños.
(Es ella como la noche,
más inmensa aún que el día.
Casi como llamas frías
y eterno cerco de humo
de innumerables líneas dormidas).
Y aunque su voz fue siempre firme
y sus manos eran rocas,
llegó su susurro de sueño
en la mañana al abrirse,
trayendo rumor de invierno
hasta el calor de los leños.
Marchito quedó el fuego,
como huesos en la hierba
que se pierden sin ser vistos
y desaparecen en la niebla.
De la mañana a la tarde
hubo solo susurros.
¿Y después en la tarde qué hubo?,
me preguntó el fuego desesperado,
quizás lluvia en el Sur
y varios hermanos llorando.
En el Sur penas amigas
se estarán ahora besando,
quizás sin leños encendidos,
sólo con calor humano.
Con mucha lluvia quizás
y con más dolor de hermanos
en sureña oscuridad.
Marcharán mañana triste,
con una flor en las manos,
hecha jirones la garganta
y palabras en los labios,
que de quien debió escucharlas
jamás responderán los años.
Sureño rumor de voces,
de cuerpos firmes y sanos,
que estarán ahora flaqueando.
Hoy se abrió la mañana
y nos hemos quedado pensando,
en que puede morir la carne
y el alma sigue escuchando
las oraciones en el Sur.
Espero que Sur siempre guarde
una canción de alabanza,
para quien hoy ha dejado
sin luz el fuego que arde
en mi hogar a la distancia
donde la muerte ha golpeado.
17.07.77
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