En la noche:
Pasa volando un ave negra invisible
con alas de viento
y cabellos de niebla,
con suspiros de lamentos,
con ojos negros de apagada hoguera,
con fríos sentimientos
y manos de greda.

La muerte está paseando
por andenes de hastío.
La muerte anda vagando
vestida de hierba y rocío,
envuelta en niebla.
Pasea sus ojos fríos
sobre las casas viejas
y sobre perros perdidos.

Trae un arpa de silencio
y una espada de sal,
con cascabeles de uva
la muerte sigue su pasear,
por las calles empedradas,
en las hojas de un nogal,
en los cristales de escarcha
y en el filo de un puñal.

Va caminando la muerte
con ropa de los ausentes,
por los charcos de agua
de filos transparentes,
en la inmensidad de la noche
quieta, tranquila sin boche,
en un tren de ruedas planas
con gentes que son de llamas.

Está caminando la muerte
lo marchitos faroles negros,
las luces amarillas,
las letras ya conocidas
con testimonio de heridas
por donde sangran las vidas.
En las viejas caras pulidas
que se retocan y se pintan
sin evitar que se extingan.

Se estira la muerte,
pero no llega a cortarse.
Es como un hilo de bronce
el que sirve de enlace
entre la nada y la vida,
que son como ríos sin cause,
que son como la noche y el día,
así como aves perdidas.

En un manto de agua
se oculta de la luz.
La muerte anda vagando
en la tierra de Norte a Sur.
Con un trigal de estrellas apagadas
ha diseñado una cruz,
para crucificar las almas vanas
con lanzas que son de llamas.

La muerte no se ha ido,
en cada uno de nosotros está.

Está en los cabellos de las vírgenes
y en las maestras de escuelas.
En las aves, en los árboles,
en las criaturas grandes y pequeñas,
en las manos de nuestras madres,
en los niños y en sus niñeras.

La muerte sigue vagando
por los andenes,
por los prados,
por los rieles,
por los valles y llanos,
por entre los trenes,
por lo que son mis hermanos
y en todo lo que uno quiere.
06.07.76