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Le pregunté al Escritor que había sido Zoólogo si, como escritores, teníamos la libertad absoluta para crear.

—Oscar Wilde dijo que el Artista puede expresarlo todo —me dijo, guiñando repetidamente sus pequeños ojos de ardilla—. Si el Escritor es un Artista, entonces puede escribirlo todo: para los universos que crea, el Escritor es Dios.

Ante la mención del Supremo Hacedor, ambos inclinamos la cabeza, con humildad de corderitos.

—Pero —añadió el Escritor que había sido Zoólogo—, aún Dios ha creado el Universo siguiendo ciertas reglas; de otra forma, todo hubiera seguido siendo el Caos inicial. Por ejemplo, Dios colocó las aves en el cielo, los peces en los mares y los mamíferos en la tierra. Los reptiles se arrastran, las aves tiene plumas y los hombres no (para confusión de Platón y regocijo de Diógenes), y de los dinosaurios y del hombre prehistórico (que fueron algo así como demos o maquetas de la fauna actual), sólo quedan osamentas.

—¿Es decir que siempre siempre debo seguir las reglas? —pregunté acongojado, porque siempre casi siempre yo quería escribir como me diera la gana.

—No necesariamente —me dijo el Escritor que había sido Zoólogo—. A partir de un conocimiento profundo de los fundamentos de la creación literaria, tú puedes romper los moldes, pero sin destruir la lógica interna de tu creación, la consistencia de tu universo. Por ejemplo —siguió diciendo el Escritor que había sido Zoólogo—, Dios creó a la ballena, un mamífero que vive en las aguas. ¿Un mamífero acuático, te das cuenta? ¿Un enorme pez con ubres, cola horizontal, que lanza chorros de vapor de agua y que come camionadas de unos crustáceos chiquititos? ¡Andá! Y sin embargo, convendrás conmigo que esa licencia creativa, lo que en Literatura llamaríamos «Ruptura de sistema», es del todo afortunada: piensa en la majestad de los cetáceos, y lo que consiguió Melville cuando, con una brocha y varias latas de pintura, pintó de blanco a un cachalote. ¿Qué pensarías de Ahab —me dijo el Escritor que había sido Zoólogo, con una sonrisa de hiena—, si hubiera salido por los mares del mundo persiguiendo una ballena verde? ¿Le era lícito a Melville, en aras de la libertad artística o porque simplemente se le antojó, pintar a Moby Dick de morado, como Barney? ¿Un cachalote morado? ¡Andá!

—Pero, ¿por qué Dios creó a la ballena? —me preguntó el Escritor que había sido Zoólogo. Yo, desdeluegamente, no lo sabía—. ¿Por qué se puso a jugar al ingeniero genético? ¿Porque es Dios, y puede crear lo que sea? No podemos penetrar los designios del Señor —nueva venia de corderitos—, pero si leemos la Biblia (o Moby Dick), nos daremos cuenta de que Dios creó a la ballena porque necesitaba un gran pez que se tragara a Jonás (y según sabemos, Jonás quedó muy agradecido). Esto está fuera de discusión, porque es una cuestión de Fe —tercera venia de corderitos: una en el nombre del Padre, otra en el del Hijo, y la última en el del Espíritu Santo, amén—. Pero lo que debe quedar claro, es que si hay una ruptura de sistema, tiene que existir una razón: nunca por las puras.

Entonces, yo entendí que aquellos que han roto las reglas, lo han hecho respondiendo a una necesidad; y en sus universos, esas «Rupturas de sistema» son coherentes.

—Pero no hay que abusar de la libertad de creación— me siguió diciendo Escritor que había sido Zoólogo—. Cuando a Dios se le ocurrió hacer volar a un mamífero, le salió el detestable murciélago, una especie de pajarraco con pelos y cabeza de rata —añadió, citando inequívocamente a Sábato—. Y cuando hizo salir a un mamífero de un huevo, le salió el ornitorrinco, un animal con pico y patas de pato, y pelo en lugar de plumas. Y me disculparan mis ex-colegas, pero el ornitorrinco es un mamarracho de animal. Así que —concluyó el Escritor que había sido Zoólogo—, ten cuidado con la libertad creativa, no sea que en lugar de la majestuosa ballena, te salga un ornitorrinco.

Yo me quedé pensando en cuál podía ser la causa de la animadversión del Escritor que había sido Zoólogo por los ornitorrinquitos, que a mí me parecen simpáticos. Y lo comprendí al verlo alejarse: caminando balanceándose con paso de palmípedo, daba la impresión de un grotesco mamífero con patas de pato.

Texto agregado el 06-08-2008, y leído por 562 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-08-2008 Buscando y buscando un buen relato que leer entre tanta poesía, la cual aprecio, pero hoy tenía ganas de una narración, y me encontré con sus ballenas verdes y ornitorrincos. Qué le digo? Se conduce muy bien narrativamente, y me gustó el final, que le digo... sí lo intuía. Le doy mis cinco estrellas. starfish
06-08-2008 clubdelornitorrincodelunares así econtumente
06-08-2008 muy bueno che... ne hizo acordar a un cuentero de hace tiempo (no se si aun existe) llamado el_club_del_ornittorinco_de_lunares (o algo así) econtumente
 
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