En una foto, yo tenía escasa edad,
trataba con mis diminutas manos
cerrarle los ojos a mi madre.
Esos ojos que me vieron:
con enojo, con felicidad,
con duda, por casualidad,
con amor, con tristeza,
con apoyo, con firmeza.
En su lecho de muerte, ya no me miraron,
por más que busqué su mirada,
ésta se perdía en la nada.
Cerré sus ojos con las mismas manos,
sólo que ahora no eran curiosas
sino tiernas, y era para siempre.
La virtud de todo,
es que como maestro y padre,
quiero ver con los ojos de mi madre.
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