El se encuentra sentado en una butaca de la calle wall street,
Ella sirve copas de alcohol en las mesas,
Jornada de trabajo algo agotada,
Deseos de volver a casa.
El, el típico apostador de damas,
La ve, y se pregunta si estará soltera,
Se levanta, la mirada que el le dirige
Le basta con saber que no parara hasta cortejarla.
Es medianoche, el se levanta,
La espera a la salida a media luz de una farola,
Ella sonríe, intenta escapar.
Demasiado tarde, el la atrapara.
Así es, dos almas pasionales,
El la lleva a un hotel de cuatro estrellas,
Y ambos saben, ambos pierden el control.
Esto no debe suceder,
Pero pierden el control y no pueden parar.
Los días pasan igual,
Fue solo una noche,
Pero el vuelve a la butaca de la calle wall street.
Entonces es cuando ese pequeño deseo se vuelve a encender.
Ambos están destinados, no pueden escapar.
Se desatan en besos y caricias,
En placer y manjares de miel,
Ambos saben, ambos pierden el control,
Esto no debe suceder,
Pero pierden el control.
Una mirada vale mil palabras,
Y es esa mirada la que habla entre ellos dos,
Una mirada que advierte que ya nada será igual
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