Quique: Cintia, estuve leyendo tu diario,
o mejor dicho tú reality de literatura en La Pagina de los Cuentos, y llegé a la conclusión de que sos una escritora abandónica, espero no correr con la misma suerte que los personaje desapareciendo de tu vida.
Cintia: Creo entender a lo que te refieres,
pero estoy tratando de que siempre halla un margen de libertad, o sea que nunca se pueda saber que es lo que sucederá. Algo así como que todo ocurre en el escenario natural de una mente.
De todos modos intuyo que a lo que te refirieres, es a que en lo concerniente a mi historia particular, no he desarrollado lo suficiente los conflicto en profundidad, como para redondear una historia potente.
Quique: Efectivamente, estás al pié de la letra con el destino que te ha tocado, cuando podrías utilisar la realidad haciendo intermediar la fantasía.
Por ejemplo, en lo personal siento como que estoy desaprobechado ¿A quien le puede importar que sea proxeneta si no va a pasar nada con ello?
¿Que interés puede llegar a causar que la protagonista sea bígama, si nunca se hará mención del asunto? ¿Por qué huyes antes de haber respondido a todas esas intrigas que vos misma te ocupaste de inventar despertando un interés que luego se consume por falta de combustible? ¿Que problema puede llegar susbistir, mintiendo, falseando las cosas, relatando lo que finalmente de verdad te conmueve en serio?.
No me mal interpretes, en este sentido de continuar para adelante es que te lo reclamo.
Cintia: Lo que pasa es que estoy padeciendo una ebullición, o más precisamente que la copa tiene soda, que la pompa se terminó, que se apagó la fogata y la olla dejó de hervir, pero comienza a llover y a mí no me importa mojarme, porque cada gota es una palmada en el cuerpo invitandome a soñar despierta, pués la arena azota mis ojos que ya no pueden mirar.
Quique: Me dejaste helado de frío, en un momento tu voz salió como un murmullo ensordecedor pero cargado de reproches, de mala onda,
y esas pocas palabras así dichas de esa manera satánica, como en un bulgar secreto que todo el mundo ya conoce, quedaron como retumbando en el ambiente rebotando entre paredes,
más bien perjudicando que haciendo el bien.
Sentí escalofríos pués tuve miedo, envídia,
cero admiración de observarte claudicar.
Cintia: Dejá de tocarme el pelo. Dí lo que quieras,
opiná como se te cante el culo, pero no me vuelvas a tocar el peinado. Búrlate, orina la computadora, mandame a la mierda,
puetéame cuanto se te antoje, pues de tí no volveré a mensionar palabra, pero por favor no me batas más la cabeza recién arreglada.
Quique: Yo en realidad los agarré para jugar a que estoy domando un yegua salvaje, tirandole de la cola para así apasiguar su impertinente furia.
Cintia: Vos no te das una idea de lo que me estas haciendo doler.
Quique: Deseo arrastrarte por el piso como si fueras una bolsa de papas. Pero ahora que lo pienso detenidamente, quitaré de encima esta gran bronca de otra manera mejor. ¡Levántate esa falda,
haz la bombacha a un lado, que me voy a hechar un rapido de esos que tanto odio te despiertan!.
Cintía: ¡Maldición! Me has violado.
Quique: (mordisqueando sus labios como la Tota Santillán)) Lograste hacer que venga la policía.
Te voy a matar.
Policia: Alto en nombre de la ley.
Sargento oficial, Cabo primero, ayudenme con esta gente, que no los podemos separar por nada del mundo, están pegados cual soldadura.
Vamos, pronto, ayuden a cargarlos en la cajuela del patrullero, y a trasladarlos a la comisaría.
(Estando arrestados en el calaboso, recién ahí
se pudieron despegar, parecían siameses.
Por fortuna nadie pudo percivir, o darse cuenta de que estaban sexualmente unidos. O sea que cuando se soltaron, Quique rapidamente ajustó el cierra de su pantalón, mientras que Cintia solamente pasó sus manos por la pollera arrugada, mientras tanto experimentaba un temblor por causa de un importante erizamiento.
Pero inmediatamente arrivó el Comisario para en persona interrogarlos, descubriendo primero,
que se trataba de la presencia del proxeneta Carlitos, quien en realidad es Quique, que a su vez engañó a Cintia utilisando un falso nombre.
Entonces ocurrió que nadie quizo creer la historia esa de que Ella es periodista, optando por pensar que es una prostituta del elenco de Carlitos.
Por lo cual le hicieron ejercer ese trabajo en la propia comisaría, teniendo que aguantar a treinta uniformados por día durante lo que duró el arresto. Por otro lado a Quique le quitaron un buen toco de dinero además de romperle la cara.).
Cuando por fín quedaron libres, luego de tres difíciles días, Cintia volvió a su trabajo de columnista en el periódico, sus compañeros de redacción no tardaron en preguntarle, en forma confidencial, si era cierto que había realizado el amor más de cien veces, a lo que Cintia Bermudez respondió con una mentira piadosa para con su propia imagen: que en efecto tuvo que ejercer la profesión más antigua, habiendo solamente recaudado por esa vía noventa y pico de pesos para la fianza, cobrando treinta pesos por participación.
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