Janeth se llama, esa personita que viaja con ideas que no debería. Quiere ser grande, pero es imposible ser ave si estas encerrada en una jaula.
Janeth estudia, es una niña común y corriente. Mexicana o eso dicen, pero realmente vive como cualquier gringo de tercera: bien para un mexicano sin identidad y menos que más para un gringo sin nada.
Janeth es joven, pero crece demasiado rápido para pensar en la juventud. Siempre rechaza la estúpidez que la rodea y la hipocrecía que vé día a día.
Estudia en una de esas universidades donde todos creen saber todo y nadie sabe nada. Donde camina importándole aquellos pequeños problemas de la vida, realmente sabe que hay más que eso: personas volando en mil pedazos, pasados que se repiten, cajas que caminan y la miran, personas que vivirían mejor como gusanos comiendo ramas, muerte en cada paso del pavimento que pisa, personas que son golpeadas, asesinadas, violadas y usan su piel como trapos que limpian sangre.
Hoy Janeth fué a la escuela, vió las mismas caras de ayer. Antier. Anteantier. El día antes de anteantier. Una casi infinidad, pero no podía olvidar que en la mañana había despertado con una esperanza más. Ahora se iba como aire.
Hoy no era como ayer, porque el sol se habia escondido en primavera, porque no quería estar sola, porque no sabía que pasaría mañana...
Terminó de leer "el muro" de Jean Paul Sartre y se venció. -Esto es una mentira- dijo, mientras volvía la cara para ver como casi atropellan a un hombre. Se quedó con ambas amarguras en el pecho.
A la hora de ir a casa, esperó paciente a la persona que amará toda la vida, solo para ver su cara, ahí estática mientras el ruido pasa y lo único que escucha es sus recuerdos y su cara. La encaminó a su transporte y partió.
Ese viaje nunca ha sido largo, mas que en momentos de suma soledad, pero hoy era como siempre.
Mientras dibujaba corolas con la mente, vió un accidente por su ventana. Junto a ella. Ahí. Cuerpos. Sangre. Lágrimas. Muerte!
Su cabeza se llenó de repente de imágenes que tristes, pero frías se iban alojando en su olvido y su frialdad le provocaba nauseas.
Había llegado la hora de estar cerca de casa; el único lugar donde Janeth pensaba que estaría a salvo. A salvo de su muerte, de su enemigo, de su imágen, de la nada.
Mientras mas corto se hacía el camino, más dificil le era caminar, respirar, pensar.
Janeth había entrado en un estado de neurosis, donde no distinguia la realidad de la fantasia, y todo era viceversa, miedo sentía, depresión por vivir por nada, pero, qué era la realidad?, qué era la fantasia?, a dónde iría la sangre que vió al evaporarse?___quién era ella?!!. De repente todo su mundo rodó y pensó, recordó, sintió.
Janeth, dejó de respirar un segundo, que se convirtió en 15 y luego 40 y luego ..ya no hubo segundos.
El tiempo se paró pero nada más pasó, Janeth quedó inmovil, disecada, transtornada. Corrió a su casa sabiendo que había descubierto la verdad, no su verdad, si no la verdad universal, en la cual nunca creyó.
Al llegar a ese recinto donde reposa su espíritú cada vez que tiene miedo, no pudo aguantar mas las imágenes que corrían por sus ojos hicieron que Janeth tomara la única decisión de la que era plenamente libre.
Vió su rostro caer en frente de un gran espejo, el sonido era el mismo que sumergirse en un gran estanque, el frío que tanto disfrutaba ahora le dió miedo por siempre, el color que llenaba sus manos era el más bello que hayan visto sus ojos, su pelo se tiñó y pudo maquillarse indeleblemente. Tuvo el coraje de verse una vez más para comprender y se vió, ahí, tendida, con un cuchillo en su vientre que ya nunca daría vida.
Al ver su suicidio, Janeth solo pudo reír. En el fondo de su temor, Janeth sabía que había sido libre por primera vez dejando atrás una esféra congelada donde nadie vé, nadie escucha, nadie sabe, nadie hace nada.
Por primera vez en su vida, Janeth rió desde el fondo de su ser, mientras siguió contemplando aquella imágen en el espejo, donde aquella mujer que gustaba andar desnuda, pero pensaba verse mejor con ropa, le sonreía, así, con amor, sin indiferencia, con compasión, para siempre....logró reconocerse, era ella.
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