LA MUÑECA
Tacna de noche tiene el encanto de las pequeñas ciudades de frontera que sueñan con ser la metrópoli de las grandes marquesinas de neón, de los palace concerts, de las mágicas casas tragamonedas y de los espectáculos de torbellina música. Los pasajeros de la noche, noctámbulos frívolos, tras vitrales de zigzagueantes luces se entrelazan como sombras espectrales en grotesca y muda danza. Sentado en la parte posterior del taxi avanzo raudamente por la avenida Central de Tacna rumbo al aeropuerto y a través de la ventanilla soy testigo silencioso del palpitar nocturno de la ciudad heroica.
- ¿Y ahora que hacemos? ¿Qué le vamos a decir? …¡nos van a matar! , me decía con el rictus de una nerviosa sonrisa mientras se empinaba atisbando el aula por la pequeña ventanilla de la puerta. – ¡Carlos! …¡nos van matar!- repetía mientras agitaba los dedos. Yo solo la miraba…su cabello castaño claro ondulante cayendo en cascada enmarcaban su rostro fresco y tierno. Me deleitaba observar sus muecas y sus ojos pequeños y vivaces, toda la ternura inocente de sus 11 años. Habíamos estado conversando sentados en la escalera que lleva a la puerta posterior del Guadalupe y yo embelezado con la dulzura de sus relatos la había retenido una y otra vez desoyendo la campana del fin del recreo.
Respiró profundo y girando el pomo bronce de la puerta ingresó al aula y yo detrás de ella.
El taxi aparcó en la entrada de la terminal aérea, subí las graderías que llevan al vestíbulo y me acerque a la ventanilla del impuesto de salida . – Hola Charo – le dije mientras le alcanzaba el ticket de embarque. – Buenas noches doctor, bonita noche para volar, hay luna llena . –Sí, le contesté, es una hermosa noche. Recogí el vuelto, me hizo un mohín alegre y sonriendo me dirigí a la cafetería del segundo piso cumpliendo el ritual de tantos años.
-¿Y se puede saber señoritos de dónde vienen? El ceño fruncido y los brazos en jarra de la profesora Genoveva de Educación Cívica nos retaba, yo estaba mudo, como siempre y solo tragaba saliva, en cambio, Silvana mostraba una calma que me impresionó y ahora ensayaba una explicación. –Estuvimos rescatando un pequeño gatito del techo que da al patio posterior.-dijo. Levanté la mirada del piso y ahora la contemplaba perplejo.-Carlos no tiene la culpa, yo le pedí que me ayudara- continuó. -En un principio el gatito estuvo jugando conmigo como siempre lo hago en el recreo desde la vez que lo hallé en el fondo del cilindro basurero del colegio, me imagino que hambriento había caído al fondo y se hubiera muerto sino lo hubiera rescatado, desde entonces todos los días a esta hora le llevo un poco de leche y galletas, creo que me tomó cariño porque siempre me espera a la misma hora ,come de mi mano y luego atravesando la cerca se pierde por el jardín, pero esta vez, no lo sé – ahora suspiraba-, algo lo asustó y trepó al techo, temblaba al borde del alero y me daba mucha pena verlo asustado así es que le rogué a Carlos- (ahora me dirigía una mirada cómplice) – para que me ayudara a bajarlo, nos costó buen rato alcanzarlo y bajarlo. Hablaba con tal seguridad y aplomo que yo me preguntaba en silencio, si aquello en realidad había ocurrido.
-La verdad señorita profesora, es que no nos dimos cuenta de la hora y aquí estamos- concluyó tan serenamente como había empezado. Silvana era una niña de ascendencia judía, de parientes inmigrantes alemanes, vivía en los Jaspes a pocas cuadras de mi casa en el Parque Unión Panamericana, su mamá rubia blonda apoyada en la ventana del segundo piso desaparecía siempre furtiva tras la cortina de tela naranja cuando nos veía llegar hasta la esquina de su casa mientras yo solícito le cargaba los libros a Silvana.
-Pasajeros de Lan vuelo 160 con destino a la ciudad de Lima sírvanse pasar por la sala de embarque, la nave pronto a partir- resonaba en los parlantes. Abandoné la cafetería, cogí mi maletín y bajé a la sala de embarque.
La silueta azul plateada de la nave se recortaba en la negrura de la noche tacneña. A bordo, el asiento 19 L me esperaba, encendí la luz de lectura y saqué la novela que esta mañana había comprado.
-De dónde sacaste la idea del gato? –le dije como reprendiéndola por la travesura que al fin y al cabo nos salvó, porque la profesora, más confundida que yo, nos mandó simplemente a sentarnos. No lo podía creer – agregué .
Ahora, Silvana sonreía - ¿Te morías de miedo, verdad? – me dijo, entornando su bellos ojos almendrados ¿Sabes? –continuó- en casa tengo una muñeca antigua de porcelana que mi madre me la regaló siendo muy pequeña y que había pertenecido a mi abuela .Una vez mi madre entró a mi habitación, tendría seis años creo y me había escuchado riendo y contándole historias a mi muñeca …sorprendida le pregunté : que?.. Mi madre parada en el pórtico de la puerta no contestó, estaba seria y sin más, cerró lentamente la puerta. No fue sino hasta el año pasado en que supe por unas tías, hermanas de mi madre, que la muñeca había sido lo único que acompañó a la abuela en los años en que estuvo recluida en los campos de concentración de la segunda guerra mundial y me contaron que siguió hablando con la muñeca hasta el día en que falleció, yo no la conocí, murió mucho antes que yo naciera. Pero, ¿sabes Carlos? a veces pienso que no soy yo la que inventa las historias sino la muñeca, solo la miro y empiezo a imaginar cosas y situaciones maravillosas donde no hay tiempo y solo existimos la muñeca y yo.
El vuelo era tranquilo, esta vez no había turbulencias que me sacaran de la modorra; afuera las luces de navegación, como pequeños faros destellantes, se hendían en la espesura de la noche y yo somnoliento no podía empezar la lectura.
1962, cuarto año de primaria en el Maryknoll del Guadalupe. El país convulsionaba con el golpe de Estado a Manuel Prado. El general Pérez Godoy aplaudido por demócratas de la talla de Fernando Belaúnde, los militares impidiendo el triunfo en urnas de Haya de la Torre…el año en que se jodió el Perú. En ultramar, la crisis de los misiles marcaba toda una época de cambios y revolución en la isla de Cuba. El cine Super Hall anunciaba el estreno del 007 y Radio Atalaya inundaba con la música cadenciosa del Ticket to ride .
Al año siguiente Silvana ya no estuvo con nosotros, se había mudado, hizo su traslado al María Goretti y una parte de mí se fue con ella y su muñeca.
-Pasajeros en tránsito sírvanse chequear en el counter ….
El airbus ahora estaba frente a la terminal aérea del Jorge Chavez y yo sin haber iniciado mi lectura solo observaba el título de la novela que traía entre manos: Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra .Premio nacional de literatura infantil y juvenil de España.
Afuera, abordé el taxi en medio de una garúa sin tregua, me acomodé en el asiento posterior y me engulló la noche de Lima.
Dulces sueños.
Alito
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