CAPÍTULO 1: ¿PÉRDIDA?
En aquel momento se me desgarraba el alma. Corrí gritando su nombre pero mis compañeros no me dejaron ir a apartarle de la trayectoria de aquel camión desbocado.
Caí de rodillas, echándome las manos a la cabeza, llorando amargamente y murmurando: Jake, Jake... entre sollozos.
El instituto entero estaba muy conmocionado. Enseguida llamaron a una ambulancia pero no pudieron hacer nada por él.
Mi vida se desmoronaba.
Avisaron a mis padres que fueron a buscarme inmediatamente. De camino a casa seguía llorando, balanceándome y susurrando su nombre en un bobo intento de hacerle volver.
Grité, lloré, le dí patadas y puñetazos a todo haciendo sangrar mis nudillos pero nada funcionó. Nada acallaba la voz interior que me decía que lo había perdido para siempre, que nunca lo tendría más a mi lado...
Después de toda una tarde de lamentaciones, mis padres llamaron a un médico que, sin saber que hacer, me recetó unas pastillas para tranquilizarme.
No conseguía hablar siquiera. El dolor me azotaba y me machacaba sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
Estuve una semana balanceándome en la cama, sin comer y a penas sin dormir, hablando sólo para decir su nombre.
Mi mejor amiga, Gabrielle, fue a visitarme al cabo de unos días. Apesadumbrada, se sentó en mi cama, me apartó un castaño mechón de la cara y me acarició el rostro, intentando consolarme.
Pero ya no había nada en ese mundo que me pudiera consolar. No, mientras él no estuviera.
Me ayudó a vestirme y me llevó al instituto. Decía que no era bueno que permaneciera todo el día en casa.
Pese a que normalmente solían hacer burla de mí, nadie lo intentó ese día, y los que tenían pensado intentarlo, no lo hicieron al ver mi mirada perdida y ausente.
Los más cercanos a mí me dieron el pésame por la pérdida de mi novio, pero tampoco eso ayudó a recuperarme.
Hicieron por él un funeral sencillo y triste. Contradiciendo a mis padres me negué a quedarme en casa y asistí.
La gente se asombró al no verme llorar pero mi dolor ya no podía expresarse con lágrimas o tontos gimoteos.
Seguí yendo a clase pero eso no me entretenía y, en el trance en el que me hallaba sumida, era como si no estuviera ahí.
Estaba enfadada con mis compañeros por no haberme dejado ir a salvarle, aunque en el fondo de mi ser sabía que no hubiera podido hacer nada por él, ni siquiera habría llegado a tiempo porque se encontraba bastante lejos de mí cuando sucedió.
Un día, harta de todo, aproveché que mis padres no estaban para encerrarme en el baño con el cuchillo más afilado que encontré.
Ocurrió algo inesperado.
Cuando ya había decidido que me lo clavaría directamente en el corazón y lo tenía sobre el pecho, un ser blanco, casi transparente, apareció atravesando la puerta y gritando:
-¡¡Cariño!! ¡¡No!!
No podía creer lo que veían mis ojos anegados en lágrimas... era Jake, sin forma material pero era él.
Me rodeó con sus fantasmales brazos como pudo, haciendo recorrer por mi cuerpo una sensación de frío y electricidad que nunca había experimentado.
-Cielo... amor... - susurró- ¿Por qué?
Tragué saliva.
-Porque mi mundo eres tú, si tú no estás, no... no... - se me quebró la voz y comencé a sollozar débilmente.
-No debería haber aparecido, estoy ingringiendo las normas pero no podía dejar que te mataras. Venga, vamos, acuéstate. - Intentó llevarme a la cama pero era un poco difícil dado que no tenía cuerpo.
Me eché sobre el colchón y él se sentó a mi lado (si a eso se le podía llamar sentarse). Me acarició mientras miraba al vacío, pensando.
-Llevo varios días observándote- comenzó al fin- sabía que mi muerte te había dejado triste pero no pensé que fuera para tanto. Me debatía entre aparecer o no mas me habían advertido que no podía cambiar las cosas- hizo una pasusa- se equivocaban. Tienes que prometerme algo- me miró muy serio.
Asentí con la cabeza.
-Pase lo que pase no puedes decirle a nadie que he... vuelto.
Volví a asentir.
-No creo que sea por mucho tiempo, los mayores harán algo al respecto pero mientras podemos aprovechar para despedirnos.- dijo, dándome un besi eb ka frente.- Y ahora, duerme.
Intenté no quedarme dormida. Tenía miedo de despertar y que no estuviera conmigo, que se hubiera ido, o todo fuera un sueño y estuviera muerto de verdad.
No pude luchar contra el cansancio de varios días y sucumbí a un dulce sueño.
Al despertar, un par de brillantes ojos verdes me miraban con ternura.
-Buenos días, princesa- saludó. Me incorporé un poco, sonriendo.- ¿Qué tal estás?
Me tomé mi tiempo en responder.
- Rara- contesté- es extraño cómo lo he aceptado y asimilado todo tan ráìdamente. Supongo qye es porque es mejor tenerte como fantasma que no tenerte.- reí.
Sonrió no muy convencido.
Observé sus ojos. Cuando estaba vivo era difícil no fijarse, su verde esmeralda y su brillo perlado los hacían irresistibles y, aunque muerto no debería ser así, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, lo era.
Su pelo, rebelde, también tenía el mismo brillo que cuando estaba con vida. Era de un color castañom como el más fino y selecto chocolate con leche. El flequillo casi le tapaba un ojo oero nunca dejaba que se ocultara del todo.
-¿Ya has terminado la observación?- bromeó, cariñosamente.
Comprendí que debía estar mirándole como una boba y desvié la vista hasta la colcha azul que cubría mi cama.
Me agarró como pudo una mano y la acarició, haciendo recorrer por mi cuerpo una electricidad... dulce.
-Eres bastante corpóreo- me atreví a decir.
-Gracias a ti- sonrió. Ante mi desconcierto, explicó- me recuerdas como su estuviera vivo y tu amor sigue alimentándome aun estando así.
Asentí como muestra de que lo había entendido.
Me dio un fugaz beso en los labios, dándome un calambre, y se puso el dedo sobre los labios.
Al instante mi madre entró en la habitación con una enorme caja con agujeritos. La posó sobre mi cama y me acarició el rostro.
-Key... tu padre y yo sabemos que estás muy triste por lo de Jake, que en paz descanse- intenté no reírme pero el hecho de que el mismo Jake estuviera oyendo eso era bastante gracioso- así que te hemos comprado esto.
Empujó la gran caja hacia mí. Al abrirla salió de ella un pequeño perrito color chocolate y con los ojos verdes.
Pasaron por mi cara distintas expresiones: Gratitud, alegría... enfado...
-Sabemos que no se puede comparar a un novio con un perro, sólo lo compramos para que te haga compañía y tengas algo de lo que ocuparte.
Suspiré aliviada.
-Gracias, mamá.- observé al perro jugando con el lazo de la caja, moviendo sus pequeñas orejas caídas. Era muy simpático y se parecía a Jake. Me reí- se llamará AJ.
Mi madre sonrió al oírme reír después de tantos días de lágrimas y gimoteos.
Cuando se fue, cerró la puerta tras de sí y Jake se volvió a posar sobre mi cama,
-¿AJ? - preguntó, desconcertado.
-Sí -sonreí- más adelante sabrás por qué; aunque una de las razones es que lleva J, como tú.
Rió, intentando desentrañar el misterio.
Esos fueron unos días algo extraños, pero muy felices, había recuperado la alegría perdida y mi chico estaba de nuevo a mi lado. Aunque tenía que disimular un poco en el instituto, todos habían notado mi cambio de actitud.
La noticia llego al final del mes en el que murió Jake; yo estaba en mi cuarto, haciendo los deberes, y él a mi lado, ayudándome, porque las matemáticas nunca se me habían dado bien.
En la habitación se empezaron a materializar unas chispas de luz azules, blancas y amarillas. Asustada, me giré para ver qué era lo que ocurría y, ante mis ojos, esas chispas se convirtieron en un hombre, rodeado de un aura de luz sorprendente. Tenía el cabello rubio platino, largo hasta los hombros, los ojos azules que de repente se volvían amarillos, y vestía una larga túnica blanca, que llevaba prendida en un hombro.
-Buenas tardes, Keyra- sonrió.
Lo miré, asombrada y con los ojos como platos.
- Bu... bu... buenas- tartamudeé.
- Ya veo que no me reconoces... debe de ser por la carencia de alas- murmuró.- Bueno, a lo que iba. Keyra, sabemos que estás muy deprimida por la muerte de tu novio y que has intentado suicidarte. Él- dijo mirando severamente a Jake, a lo que este respondió bajando la cabeza y con un leve rubor plateado en las mejillas- no debería haber intervenido, pero ahora que sabemos en qué circinstancias lo hizo, se lo agradecemos. Ha salvado una vida humana. Hemos, deliberado y creemos que eres lo bastante fuerte como para que nos ayudes.
-¿A... ayudar? ¿ a los ángeles?- aquello no tenía ni pies ni cabeza, era absurdo.
- Mmmmm, sí, más o menos es eso. Te explico: Hace milenios que los ángeles y los demonios estamos enemistados, eso lo sabes, pues ahora se están volviendo cada vez más fuertes y cada día atacan más abiertamente. Nosotros nos vemos obligados a tomar represalias así que estamos haciendo armas y conjuros contra ellos. Para tener más posibilidades de ganar, necesitamos su esencia, y ahí es donde intervienes tú- agitó la mano y una gran caja azul apareció encima de mi cama- te daremos un cuchillo con el que absorber sus esencias. A cambio de tu trabajo estamos dispuestos a recompensarte muy bien, ¿aceptas?
¡Eso era genial! Podía pagar con mi vida pero si no era así, quizá ellos le devolvieran a Jake su vida, y la mía.
-Sí- asentí con determinación- ¿alguna explicación más?
-En esa caja tienes todo lo que necesitas por el momento. Este es Jacobo- volvió a agitar la mano y una imagen apareció ante mis ojos: era moreno, de ojos y pelo negro. Llevaba el cabello engominado hacia atrás y sonreía maliciosamente.- Ahora se encuentra con sus chanchullos en Japón, al norte. En una gran ciudad. ¿Sabes lo que tienes que hacer?
Asentí.
-Pero, ¿cómo llegaré a Japón?
-En la caja tienes la respuesta. Hay un manual para explicarte para qué sirve cada cosa. Adiós- se desvaneció entre una nube de chispas azules, blancas y amarillas.
Miré a Jake con los ojos muy abiertos.
-¿Tú sabías algo?- le pregunté.
-Nop- negó, moviendo a la vez la cabeza.
-Sorprendente.
Con manos temblorosas abrí la caja azul. Estaba llena de cosas. Había un cinturón de cuero con multitud de bolsillos en los que había frascos, polvos y demás cajitas con artilugios y mejunges.
También había una hurna de cristal, en la que se encontraba un cuchillo. La empuñadura llevaba alguna joya incrustada y tenía una cadena de cuentas negras. La hoja, no era afilada precisamente aunque algo si lo estaba; también era negra y llevaba runas grabadas.
En el fondo se hallaba doblada una larga capa negra con capucha, que llevaba unos cordones para atarla al cuello.
Al sacar la capa para admirarla, unos papeles cayeron al suelo. Los cogí y me di cuenta de que eran un billete de avión y una reserva de un hotel, bastante lujoso. Todo ello, cómo no, para Japón.
- El billete dice que el avión sale esta noche a las nueve- me informó Jake.
Abrí el manual y comencé a ller en voz alta:
- El cinturón consta con multitud de venenos y somníferos. Deberás dormir a tus padres para salir de caza, no deben enterarse de a qué te dedicas o nos pondrías en peligro.
>>El tercer frasco verde empezando por la derecha de la hebilla, es un somnífero 18 horas. Como habrá viajes (como el de Japón) que te lleven más tiempo, hay unos polvos desmemorizantes que tendrás que aplicarles cuando regreses; mientras estés fuera podrás llamarles para decirles que estás bien, pero cuando vuelvas no te olvides. Convencerás a tus padres y a los del instituto de que estuviste enferma.
>> No toques los frascos con líquidos rojos y rosas; son venenos. Los rojos son para matar mientras que los rosas son venenos que hacen sufrir, los primeros producen descargas eléctricas y los segundos dolor mental. Utilízalos solos contra enemigos y ten cuidado de no ponerlos por error para tus padres.
>> El cuchillo, sólo tienes que asegurarte de clavarlo correctamente, da igual dónde. Enseguida verás fluir chispas negras del demonio al cuchillo.
>> La capa es para pasar desapercibida en la noche. Por el día es mejor que no vayas de caza, pero si no queda más remedio, no lleves la capa.
>> ADVERTENCIA: Ten cuidado, son muy peligrosos. NUNCA salgas sin el cuchillo; tienes hueco para meterlo en el cinturón.
>> NOTA: Nos pondremos en contacto contigo. Suerte.
Dejé de leer con los ojos muy abiertos. El manual seguía explicando cada uno de los venenos y somníferos pero por el momento con la introducción me bastaba.
-Cariño, ¿crees que es lo mejor? Quiero decir, estás arriesgando tu vida por una recompensa que no sabes qué será.- pronunció sus temores en voz alta.
-Tengo pensado hacerlo muy bien, y espero ue como recompensa... -tragué saliva- te devuelvan la vida.
- Después de tanto trabajo, ¿vas a pedir algo para mí?- noté como le temblaba la voz.
-No hay nada en el mundo que me haga más feliz a mí, que verte feliz a ti- sonreí.
Me abrazó torpemente, haciendo recorrer por mi cuerpo esa electricidad tan dulce.
-Eres maravillosa- susurró en mi oído.
-Te quiero- murmuré.
-Y yo a ti, mi amor.
Estuvimos un rato allí abrazados, conscientes de que si alguien llegaba sería un poco extraño explicarle por qué me hallaba abrazada al aire.
Jake dijo que quería visitar a su familia, aunque ellos no pudieran verle, y se marchó, bastante alegre.
Terminé los deberes e hice la maleta, para esa noche, estaba segura de que el viaje me llevaría tiempo, no sólo en ir hasta allí y volver, si no también en encontrar lo que buscaba sólo sabiendo cómo era su rostro.
Rebusqué en mi armario, buscando algo cómodo con lo que viajar. Saqué unos vaqueros y una sudadera negra y fucsia.
Cuando me estaba cambiando me acordé de algo. Volví a dejar la camiseta en su sitio y me giré en dirección a la cama.
-Jake... -suspiré.
Una silueta muy conocida se materializó en mi cama.
-¡Jo!- exclamó- la única cosa que me gusta de estar muerto y tú me la prohíbes. ¡Qué mala!
-No se puede ir por ahí espiando a la gente mientras se cambia- le reñí.
-¡Yo no espío a la gente!... Sólo quería mirarte a tí.
- Pues muy mal hecho, señorito, ahora hágame el favor y salga de aquí mientras me cambio. Y nada de aparecerse,
¿entendido?
Asintió con la cabeza, pesarosamente, y salió cabizbajo atravesando la puerta.
Me cambié y lo llamé para que volviera a la habitación.
-Falta poco para las ocho- comenté nerviosa.
-Tranquila, todo saldrá bien.- intentó animarme.
Enseguida oí a mi madre llamarme desde el piso inferior. M puse el cinturón encima ed los vaqueros y bajé a cenar, con el corazón a mil por hora y las manos temblando.
-¿Vas a salir ahora?- preguntó mientras me servía la cena.
-Ehh... no- titubeé. Saqué el frasco verde del cinturón y puse unas gotitas en los platos de mis padres, sin que me vieran- cuando suba me pondré el pijama.
-No recuerdo que llevaras esa ropa esta mañana- me observó con su penetrante mirada, intentando leer la verdad en mi rostro.
Con mucho esfuerzo, hice todo lo posible porque no se notara el engaño.
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