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La historia del "rengo" Santana y del finado Benítez
Por Arturo Figari

Santana era un emigrante de las Islas Canarias, era inválido y se trasladaba en una silla de ruedas que funcionaba con una manivela que tenia del lado derecho. Benítez lo llamaba "el rengo", no se si por piedad o por ironía.


Santana y Benítez eran amigos, si se puede decir. Benítez tenía fama de suicida frustrado. Lo había intentado un par de veces y ese era el tema de las charlas que día a día trocaba por algún café.


Un día, al terminar su discurso, Santana le dijo que si verdaderamente quería suicidarse, el como amigo podía ayudarlo y acto seguido, le propuso a Benítez ir hasta el Palacio Salvo, subir hasta el mirador y de allí tirarse al vacio.


Benítez acepto, y como una comparsa de lunáticos, salio toda la barra del Sorocabana detrás del "rengo" y su silla de ruedas para ser testigos presenciales de la ultima voluntad de Benítez.


Cuando llegamos al Palacio Salvo, sin perder tiempo y bastante exaltado Santana dijo: "¡Benítez!, no es momento para despedidas protocolares, haz lo que hace tiempo tenias que haber hecho. Esosi, espera la señal que con mi pañuelo te voy a hacer desde abajo, y luego te tiras. No vaya a ser que caigas sobre algún inocente".


Benítez se despidió con una mueca gardeliana para aparecer diez minutos mas tarde asomándose por la cornisa del mirador.


En cuanto lo vio, Santana agito sus dos brazos como un endemoniado con un pañuelo blanco en una de sus manos y en la otra un pan, mientras que a viva voz de cuello gritaba: "¡Salta hijo de p..., salta ya, joder!"


Pero no salto, por el contrario, bajo enojado y la emprendió contra "el rengo" reprochándole el sentido tan torcido de la amistad que tenia. Tan enojado estaba Benítez que le dio por empujar con todas sus fuerzas a Santana en su silla de ruedas por la bajada, y allá fue el canario tratando infructuosamente de atrapar la manivela para frenar el bólido, que fue a dar a la esquina contra unas cajas de cartón, mientras que toda la barra entre gritos de auxilio y risas de maniáticos trataban de socorrerlo.


Pocos meses después, falleció Benítez, no por suicidio sino de tuberculosis. Desde entonces, fue tema de tertulia en el Sorocabana la contada una y mil veces historia del "rengo" Santana y del finado Benítez.


La crisis económica y los acontecimientos políticos a finales de los '60 y principios de los '70, la represión del régimen pachequista, las constantes "razzias" y "batidas" de la policía y la emigración de la juventud hacia otros países, barrieron los últimos vestigios de las pintorescas "barras" de aquel querido Montevideo.

Rótterdam 24 de julio 2007

Texto agregado el 04-08-2008, y leído por 72 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-08-2008 El cuento tiene gracia, y también tristeza, buen ambiente, buena historia, sí. auiles
 
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