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Caminar solitario. Solo, sin lagrimas, sin arena. El sol ya no brilla más en esta tierra de turbias esperanzas. Las horas ya no queman en mi corazón, los mundos, los juegos y los sueños, los días y las eternidades, las noches y los corazones; se fueron todos, y solo existo yo, en medio de la acera, en medio de las solas luces de una ciudad manchada por la soledad, por la superficialidad. Quiero más, quiero existir, quiero vivir en tu amor, quiero alimentarme de ti, y saber que a mi lado siempre estarás. Tus cabellos castaños, y tus ojos son todo para el aire de mi ser. Mujer que no eres de aquí, solo vivo viendo tus fotografías entre miles de recuerdos, las estrellas solieron existir en mi vida, el morado color de las noches brillaba en mi vida como brilla el sol en cada playa, en cada mar. Luego, las olas verdes transformaban las noches, y el crepúsculo iba cada vez muriendo, haciendo que la luz brillara cada vez mas, y mi mar verde se iba cada vez más existiendo en mi, naciendo en mi corazón… Luego, las sombras oscurecieron esa luz, las olas fueron violadas por la sombra de la soledad, y lentamente el mar se oscurecía y se calentaba y se congelaba… Solo quedaba, tu sabes, contemplar. Pero viniste tu. La luz del eterno frenesí, mi alma se quebranto, y las olas del mar, y la isla de mi ser, y la existencia, y los pájaros, y tu y yo, nacimos de nuevo, el amor volvió a renacer como las mañanas, como el sol del mar. La mujer de los bellos ojos como la arena, de la cabellera larga, sus manos blancas, sola en una isla, la quiero besar, y solo encontrarla en mis sueños, para que la vida sea eterna, la existencia sea un tesoro en las estrellas, un deseo lleno de esperanza.
Pero, esto tan solo es un deseo, una ilusión más de este vesánico ser… Y yo, llorando, escondido debajo de las calles, mirando la luna, las ilusiones se vuelven tan verdad como esas visiones detrás del callejón… La botella vacía esta, los tachos fríos, la luna llena, y las calles son una vez más, el escondite y el libro que me lleva a la fantasía de una mujer y la isla y el mar…

Juan Cancio