Kike "Gavilán"
Aquella tarde Kike salió de su casa muy deprimido, más que nunca. Había pasado cinco días sin dormir ni comer. Su voluminoso cuerpo se iba reduciendo cada vez más. Las mujeres con las que se acostó, lo abandonaron. Era sorprendente creer que a su edad pudiera llevar varias relaciones a la vez. Muchos lo comparaban con el ex alcalde de la capital, lo llamaban "rácata pum chin chin" como la canción del gallo, puesto que salía con cinco mujeres a la vez. Pero aquel día la nostalgia se apoderó de su sentimiento, como nunca antes buscó un consuelo desesperadamente.
La primera opción era buscar a Pepe para ir a un casino de barrio y así gastar los últimos centavos que llevaba en el bolsillo. La suerte le sonrió con algunas fichas de ganancia, Kike apostaba más. A medida que pasaban las horas perdía dinero buscando más ganancias por cada apuesta —Oye, esto es una huevada , vamos a chupar— propuso, Pepe, quien se sentía seguro de sí mismo. Parecía llevar el control sobre los vicios. Kike aceptó y salieron apresurados en busca de un bar. Kike parecía haber fumado marihuana o algo por el estilo, los ojos irritados, la cara demacrada.
Ingresaron a un pequeño bar, en cuyo interior habían cinco mesas, todas llenas, excepto una. Tomaron asiento —Mozambique un par de chilindrinas al polo— ordenó Pepe con su lenguaje característico.
Bebieron durante varias horas y entre las conversaciones de esa noche hablaron de las enamoradas de "rácata pun chin chin" y la esposa de Pepe; pues hace cinco días se había casado. Mientras tanto el mujeriego se quedó solo; sin ninguna de sus amantes.
En medio de tanta melancolía, Pepe, propuso retirarse del bar. No tardó mucho y salieron caminando por la plaza de armas, a cada paso se encontraban con mucha gente, ellos molestaban a la primera persona con quien se cruzaban, lanzaban algunas palabras soeces hacia la policía de la esquina. Las polillas de San Juan de Dios hacían señas para vender sexo por quince soles en algún hotel de mala muerte. Travestíes parados en cada esquina hacían lo mismo ofreciéndose a cuanto parroquiano pasara por allí.
—Hola papi, ¿la tienes grande?— preguntó un maricón a Kike y sin perder el tiempo cogió de la mano. Pepe sin esperar mucho tranquilizó a su compañero que empezaba a molestarse.
—Tranquilo carajo, Kike— y se puso a conversar
—Y cómo es la cosa ¿cuánto cobras?— preguntó, Pepe.
—¡Qué dijiste!— reclamó el maricón, demostrando inocencia.
—¿Uds. no tienen educación?, por qué no entramos al Pub del frente y conversamos—propuso.
Se miraron varias veces y aceptaron.
El lugar era una discoteca de ambiente. En el interior se encontraba toda la diversidad de homosexuales, bisexuales, transformistas, y demás especies de la noche —Carajo éste es el baile de la mangueras— murmuró Pepe soltando una risotada; frotando las palmas.
—Sí, ten cuidado, no te vayan a violar, ja, ja, ja— soltó una carcajada, alguien que estaba en la puerta.
Se sentaron en una mesa. —Y ¿Cuál es tu nombre ah?— preguntó Pepe, al maricón que vestía una minifalda de color negro que hacía notar los muslos velludos.
—Mariela— respondió con su voz característico.
Mariela levanta el brazo efectuando una señal de llamada, pocos segundos después se acerca una de sus amigas, y los bohemios piden una jarra de trago.
Pepe como siempre inquieto, mira a Mariela de reojo tratando de tocar los pezones, hace un gesto mañoso pasándose la lengua por los labios, sin perder la mirada hacia ella, pregunta —Oye, ¿Cómo hacen ustedes?, y ahora dime ¿cuánto cobras?.
—Bueno, el servicio es treinta soles—termina Mariela tímidamente y se lleva a la boca un vaso de ron.
—¡Carajo!, dime pues ¿por dónde te conecto?— levanta la voz, Pepe. Mariela se escandaliza y decide no responder.
—¿Por la troya?— pregunta Kike, soltando una risa interminable.
—Sí— responde una de ellas.
La noche había avanzado bastante, trataban sentir valor, para seguir tomando; la amistad entre ellos crecía. La bulla era interminable, la música del ambiente era agradable.
Kike se para del sitio y se dirige al baño; Mariela, deja su copa de licor en la mesa y lo acompaña, lo toma de brazos y le ayuda a ingresar al interior del baño; Kike tratando de sentir valor se apoya en la pared e intenta bajarse el cierre de la bragueta, le tiembla la mano, el trago había dejado su cuerpo adormecido, piensa.
Mariela lo mira con una inquietud, deseando algo.
—Ayúdame pues carajo— gritó Kike, guiñándole el ojo irónicamente. Mariela sin perder el tiempo se acercó, le bajó.
—¡Uy!, está bueno el bulto—murmuró y terminó de bajarle el cierre de la bragueta, Mariela saca el miembro viril de su compañero y se admira del tamaño —¡Papito, con esto me haces mierda el culo!— soltó una carcajada interminable, pero deseosa de tener sexo con su cliente de turno.
—¿Te gusta?, si quieres puedes darle una chupadita, pero eso sí, primero tienes que lavarte la boca, ja, ja, ja— Se puso a reír.
Mariela obedientemente va al caño de al lado y se lava la boca, mientras Kike orinaba.
—¿Ya terminaste?— pregunta Mariela.
—Sí, ¡ahora sí chupa y no jodas!— grita.
Mariela coge el miembro y comienza a lamer, a estirar su lengua, primero rodeando, apenas tocando el pene; luego metiéndoselo a la boca, cada vez con más brusquedad con un placer interminable; parecía disfrutar del acto, Kike se excitaba agarrándola de la cabeza, jugaba con su cabello, mientras ella disfrutaba en cada movimiento.
—Puta madre, nadie me lo ha chupado como este rosquete—murmuró, disfrutaba como nunca del sexo oral, con un maricón.
Sentía estar feliz, se reía irónicamente, demostraba una ambigüedad desconocida hasta entonces.
Mariela, propuso hacer el amor bajándose la falda.
Kike abrió los ojos, y la vio desnuda queriéndolo abrazar y darle un beso.
—¡Qué carajo estás haciendo!— enfatizó
—quiero ser tuya esta noche— lo abrazó, lo besó sin dejarlo respirar. Kike en ese instante se sintió un objeto sexual. Su personalidad de machista ya no la mantenía, al parecer sentía miedo.
Desesperado la empujó y se subió el sierre de la bragueta. Salió del baño desesperado, con el único objetivo de irse al instante de la discoteca.
Pepe dormía en el sillón mientras tanto el otro maricón aprovechaba la oportunidad para frotarle los genitales.
—¡Pepe, vamos!, ¡qué mierda haces!— gritó molesto, cogió su sacó y se marcharon.
En el camino, apenas comentaron la experiencia.
Al día siguiente, Kike recordó que había tenido sexo oral con un maricón; se arrepintió, vivía con complejos, con dudas sobre su virilidad, recordaba con ansias el sexo oral con el homosexual, experimentaba con cada nueva amante para tristemente comprobar que no era lo mismo.
***
sonó el teléfono, Kike respondió, era Pepe.
—habla jugador, hoy es cumpleaños de Roberto, vamos a tener una reunión, ¿quieres ir?—
—Bueno, me cambio y salgo—respondió.
Comentaron algunas anécdotas y se despidieron.
Kike no quiso llamar a Carmen (su enamorada), y se dirigió a la reunión.
Al llegar a la casa de Roberto —¿Qué es de tu vida, Kike?— saludó Trompy y le dio un abrazo y respondió con otro abrazo; Kike se sentía aburrido, demostrando desgano saludó a sus ex compañeros del colegio más famoso de Arequipa, uno al que le dicen La Calle. después de muchos años se reunían, el último en dar la mano y un abrazo fue Walter; Kike lo abrazó con unas ganas y admiró el olor de su perfume mirándolo con ternura, Walter sin percatarse de esa mirada le palmoteó en la mejilla.
La noche avanzó bastante todos estaban embriagados, Kike cada vez que tomaba una copa miraba a Walter. Trompy se dio cuenta de ese acto, entonces le propuso a Walter —oye, el gil de Kike, está que te mira. No seas cojudo hazle arañar el piso, parece que le gustas. Walter reprochó —Pero qué dices, no hables huevadas—
—llévatelo al cuarto y dale curso a ese maricón— insistió Trompy.
Poco rato después. Walter le propuso a kike subir al segundo piso; él aceptó. Conversaron y pasaron varios minutos soltando carcajadas luego, Walter, le propuso hacerle el amor; Kike sin poner excusas se bajó el pantalón y le pidió —Walter, hazme arañar el piso, hace tiempo que te tengo ganas.
Aquella noche, entre tragos, Kike comprobó que ahora le gustan los hombres.
Kike, después de aquella experiencia, ya no mira a las mujeres, sino que se admira del olor varonil, colecciona fotos de actores famosos, pues ahora no tiene duda alguna de su inclinación sexual.
La última vez que lo vi, llevaba minifalda, escote, pelo largo, trabajaba de travestí en la misma discoteca.
FIDEL ALMIRÓN
AQP, 28 de julio 2002
|