Cuan dulce puede ser la pena,
tan sentido el dolor,
entre la noche y el alba,
corriendo por entre las venas
cual líquido de fuego
siento navegar mi pasión.

Como en los años pasados
de agitada adolescencia,
volviendo como ardiente hierro
ha asomado con fuerza
y rezongada impaciencia
el aliento grave del amor.

He de quedarme pensando
aislado y temeroso,
para saborear con gozo
tan extraño y brumoso
aparecido clamor.

(Débil resignación
sujétame a vivir,
hazme sentir fuerte
que es tan grave mi sentir).

¿Por qué se limita el aire
al pensar en ti?.
¿Por qué me trae la brisa
aroma suave y gentil?.
Como entre la lluvia, ¿recuerdas?
de un día llorado de gris,
como el agua en la calzada
corriendo en loco desliz.

Y cuando a oscuras el viento
de este invierno lento
me despierta para hablar de ti,
dejo volar el pensamiento
a buscarte en el recuerdo
para soñarme feliz.

Cruel pecado que se apodera de mí,
cierto que amarte no es malo,
mas no controla mi ansia
y me impulsa y me lanza
a abrazarte en la mirada
y a estrecharte sin manos.

Más aún cuando te encuentran mis ojos
se ilumina la mañana,
hay aromas de primavera,
flores de suaves fronteras
que me queman el alma llorada.

He de seguir oculto
y con el pecho agitado,
con la razón en tumulto
saboreando agridulce fruto
nacido recientemente.

Si a la lluvia el viento
puede besar complacido,
¿por qué no he ser viento
para besarte escondido?.

Si a mi insomnio de esta noche
puedo presentir que llegaras,
mientras en mi tierno secreto
provisto de buscada calma,
te amaré en mí una vez más,
y escapando a la inmensa oscuridad,
olvidándome del temor que siento
apretaré en mi pensamiento
tus últimas palabras,
tu voz que no derribará
esta energía que siento
de recordarte en todo momento,
que alimentan mi esperanza
de forjar en ti mis sentimientos.

Estaré soñándote esta noche
antes incluso de dormirme,
y al despertarme más tarde
volveré de nuevo a reñirme,
por pecar oculto en el sueño
cuando no debo soñarte,
y menos podré tocarte,
porque es pecado el amarte.