Lejos en mi apartada soledad
hasta mí llega el rumor
del mundo que me conmueve,
que me acosa y persigue,
ni el retiro logra apartar
tan pesado dolor,
y más, cuando estoy solo
siento aferrarse el temor
a mi piel y a la sangre.
Allá al pie del cerro,
sobre el pasto que se reseca
la noche oculta su mundo
y como sitio tranquilo
de inmensa paz
la noche descansa,
se desliza suave
y se acaricia con el viento.
Allá donde las sombras
reposan sobre los espinos
y se abrazan amorosos.
Lejos, allá
donde es serena la calma
que embelesa el deseo
y que invita amable
a unirse y a participar
de tan fragante olvido,
de tan liviano estar.
Todo cubierto de lienzo oscuro,
cual melancólica ventana,
donde susurra la bruma
que tibia como mano amada
te hace soñar y te descansa.
Allá me esperan y me llaman
los sentimientos y el alma,
al reposo del dolor que me amarga,
al respiro libre
y a la paz esperada,
al olvido y a la calma,
a la quietud en que se regocija
toda añorada esperanza.
He de escapar a la noche
hasta que me despierta el alba,
mientras soñando esté
sobre oscurecida sábana,
no tendré ojos de horizonte
ni lejana mirada,
me quedaré cubierto
de cortinas opacas
que oculten a mi vista
todo sentimiento,
todo temor, toda angustia.
En medio de ese mundo apartado,
donde no hay distancias
ni tiempos marcados,
quiero dormir esta noche
sin pensamientos ni ojos,
sin manos y palabras,
sólo con olvido,
con desnudez descubierta,
con vida liberada,
con sencillo reposo,
en un mundo escondido.
07.09.85
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