EL PADRE NUESTRO DE DIOS
Hijo mío, que estás en la Tierra,
Solitario, agobiado y tentado,
Y que buscas la paz en la guerra,
Y que acabe el cañón y el soldado.
Yo conozco tu nombre y lo pronuncio como santificándolo,
porque te amo desde toda la eternidad.
Tú no estás solo, hijo mío, sino habitado por Mí,
porque tú me amas y vivo en tu corazón.
Cuenta siempre con mi providencia, y así juntos
construiremos un reino de paz y de amor.
Me agrada que hagas mi voluntad, porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que mi gloria eres tú, es el hombre viviente.
Cuenta siempre conmigo y con mi ayuda,
y tendrás el pan para hoy, sin que tengas que preocuparte demasiado
de las cosas de la tierra. No olvides que las avecillas del cielo
no siembran ni cosechan y nunca les falta el sustento.
Recuerda, hijo mío, que los lirios del campo no tejen
y ni Salomón en toda su gloria, vistió con tal esplendor,
porque yo, tu Padre Dios, me encargo de alimentarlos y
de vestirlos. Solo te pido que ese pan que recibes,
sepas siempre compartirlo con tus hermanos.
Sabes que perdono todas tus ofensas, como Padre tuyo misericordioso,
incluso antes de que las cometas.
Por eso te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden.
Y para que nunca caigas en la tentación, querido hijo,
cógete fuerte de mi mano y yo te libraré de todo mal.
Y así juntos podremos hacer de esta tierra un reino de los cielos. Amén.
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