Cada vez que el sol
asoma junto a los trinos,
desde lo alto me llega
una leve esperanza.
Con cada instante de calor
y en cada armonía tibia
revivo un poco más,
pero en todo paso limitado que doy
me vuelve siempre
la reñida angustia,
y más aún, este mundo oprimido
en cada sentimiento
me hace morir un minuto,
en todos sus tramos repasados
se queda un poco de mi esperanza.
En la espera
se cae y se levanta,
se recoge, se alarga,
después descansa.
Y más allá
todo marcha
con la misma velocidad.
Acá se detiene el tiempo,
la ilusión se desgasta,
así como se corroe el metal
con lentitud cansada,
igual que se opacan los muros,
se agrietan las miradas,
se oscurecen los ojos,
se adelgazan las palmas,
se comprimen los nervios,
se rompen fuerzas
y se quiebran las palabras.
Acá todo se hunde,
Se sumergen los hombres,
se ahogan las gargantas,
bajo pesada loza
se sepulta y se destroza
cada vida, cada esperanza.
23.08.84
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