Luego de haber pasado por una decepción amorosa, Juan Carlos se encontraba en las postrimerías de su oscuro y desolado cuarto. Lleno de pena y dolor por lo sucedido, decidió coger un vaso, lo llenó de ron y probó un gran sorbo de ese amargo trago. Sus pupilas estaban dilatadas, su cabello sucio y desordenado, su aspecto era deprimente y no hacia nada por cambiarlo. Sin embargo, consideró que la vida te da otra oportunidad y sobresalió a esa decepción.
Encerrado, solitario y meditabundo, decidió darse un baño. Para su mala suerte, entró a la bañera y se resbaló con un trozo de jabón usado. Se dio un gran golpe en la cabeza, pero el dolor que sintió no se comparaba en nada a las decepciones que tenia en su vida. Cogió unas cuantas monedas de su velador, su polera de la buena suerte y salió de su casa sin rumbo alguno en compañía de su fiel amigo, Tofi, su perro dálmata.
Mientras paseaba al can, o viceversa, el can lo paseaba, pensaba en lo cruel que puede llegar a ser la vida. Pasaba por diferentes cuadras que le traían nostalgia: muchos recuerdos con ella, muchas tardes alegres, muchas sonrisas e historias por contar, decía al verlas con tristeza. En esos momentos, se le ocurrió que necesitaba desahogarse y calmarse un poco; rebuscó entre sus bolsillos y encontró un poco de marihuana. Lo armó rápidamente y se lo fumó. Su mirada se tornaba cada vez más aislada y sin un objetivo fijo. Sentía que su cuerpo se elevaba cuando colocaba un pie tras otro. Su perro lo miraba y trataba de guiarlo, ya que su contextura física no era la misma de hace unos minutos atrás.
Curiosamente, se encontraba cerca de un bar añejo y de mala muerte. Amarró a su perro y entró al recinto tambaleándose de un lado a otro. Comenzó a beber sin censura. En eso, una chica que se encontraba al frente de su mesa y lo observó. Ella en vista de que él necesitaba ayuda, se acercó y comenzaron a conversar. ¿Cómo te llamas?, le preguntó Juan Carlos, Melisa, le respondió ella. Desde ese instante existió una compenetración entre ambos.
Un día ella se encontraba sentada en las afuera del bar, y en eso Juan Carlos llegó con Tofi, lo amarró a un poste y la miró detenidamente a Melisa. ¿Qué te pasa?, ¿Porqué tan sola?, preguntó. Esperándote le respondió, tengo que hablar contigo de algo muy importante para los dos. Su vida iba a cambiar desde ese instante, ella le dijo que sus vidas estaban destinadas y que nacieron para vivir juntos, ya que compartían muchas cosas en común.
La alegría invadió la vida de Juan Carlos: se cortó el pelo, se preocupó más por su aspecto físico y no volvió a consumir otro tipo de sustancia alucinógena. Era un cambio radical, con decir que convivieron un cierto tiempo.
Dos años después de lo sucedido, a ella le detectaron una enfermedad irreversible. Al saber la noticia, Juan Carlos se encerró en una depresión feroz, ya que ella se había convertido en su fiel compañera. Caminó cerca de un puente y le dijo a su perro, que en esos momentos lo acompañaba, gracias por haberme soportado tantos años; lo besó y se suicido.
Es curioso pensar el porqué de muchas cosas, como el hecho de yo mismo saber al detalle está historia. Increíble, pero cierto. La respuesta es sencilla, yo era el perro que siempre lo acompaño. Lo recuerdo con mucha pena, porque siempre traté de educarlo y ayudarlo a superar sus males, pero fallé y me arrepiento de ello. |