Hace ya casi un año, comencé a escribir una historia. La historia de un sueño. Y digo un sueño, no digo un amor, porque como bien dicen, un amor lo pierde cualquiera, pero un sueño, perder un sueño implica mucho mas que eso. Era la novela de un hombre común irremediablemente enamorado, y que con muchísima imprudencia hace de ese amor la inspiración y el motivo de su vida. Una insensatez que lo deja sin resto para ilusión alguna. Y si bien me encantaba escribirla, no encontraba la satisfacción necesaria para definir la historia y cerrarla como se merecía. No lograba trasmitir eficientemente el profundo dolor del personaje. Ese hombre con las manos vacías. Ese hombre ya veterano que decide aceptar su drama y se recluye para descartarse categóricamente.
Y fue en ese periodo que recordé esta poesía. Un texto abrumador que dice todo lo que yo pretendía contarles. Y todo se aclaro y fue muy sencillo. Prefiero dejar el lugar para los que bien escriben. Aquí va la poesía y mi historia, a la papelera.
Sin piel
Ya sé!
Llegó la hora de archivar el corazón
de hacer con la ilusión
que no me va a servir
un lindo paquetito con una cinta azul,
guardarlo en el baúl
y no volverlo a abrir.
Es hora da matar... los sueños,
es hora de inventar... coraje,
para iniciar el largo viaje,
por un gris paisaje... sin amor
Voy a aprender a llorar sin sufrir,
sin detenerme a mirar una flor,
a encallecer lentamente,
igual que la gente sin alma y sin voz.
Voy a entender que se puede morir
y latir... al compás del reloj,
como una máquina fiel,
igual que un robot... sin piel.
Después!!!
de haber sentido
hasta el dolor a los demás,
de darme sin medir, de amar sin calcular,
llegó la indiferencia
metiéndose en mi piel
pacientemente cruel, matando mi verdad.
Saber que no me importa nada
de alguna vibración pasada
y a caminar narcotizado
por un mundo helado... sin amor
Eladia Blázquez.
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