EL CUSUMBO
Ocurrió en el verano del 53. Como cada año, solíamos pasar vacaciones en la hacienda. El riachuelo que corría atrás de la casa de la abuela era un imán que me atraía. Así, cuando llegamos ya casi al atardecer, lo primero que hice, luego de saludar a la abuela, fue quitarme la ropa y correr hacia el arroyo. Tenía diez años y nada que tapar en la parte superior de mi cuerpo, conservé el calzonario por que aprendí de los lugareños que cualquier cosa es buena para atrapar un pez. Así vestida (desvestida) me lanzé al agua. El riachuelo era una pequeña corriente que bajaba desde el trapiche. No tendría más de ochenta centímetros de profundidad. El agua era tan clara que se podían ver las piedras del fondo, era tibia y traía aroma a caña de azúcar y miel. En las orillas, había logrado instalarse una colonia de pequeños peces que se paseaban entre las piernas del bañista. Más allá, como a unos 30 metros, había un recodo, donde prosperaba un frondoso árbol de hobitos, fruto dulce, perfumado y ligeramente ácido.
A los niños no se nos permitían estar solos en el arroyuelo después del atardecer. Desde tiempos inmemoriales se contaba la leyenda del “Cusumbo” . Quienes lo habían visto, decían que aparecía sólo en la noche, que sus ojos brillaban y en la mitad de la frente resplandecía un gran diamante. El Cusumbo había sido visto en varias ocasiones, muchos había tratado de agarrarlo. Aquel que lo atrapare debía darle muerte rompiendo su diamante, el animal se transformaría en oro y piedras preciosas.
Comenzaba a oscurecer. Yo seguía intentando atrapar un pez. Como no tenía red, opté por sacarme el calzonario y con él, al fin pude atrapar uno. La llamada de mi madre se repitió una vez más y decidí no desobedecerla, salí corriendo como estaba. Al llegar a casa recordé que mi prenda interior y mi pescado habían quedado allá. Como la gente mayor estaba entretenida, regresé por mis pertenencias.
Aún no había oscurecido totalmente. Pensando que no me echarían de menos continué jugando en el río.
PRIMER FINAL
De pronto escuché que desde el recodo venía un sonido extraño. Tímidamente me acerque al árbol de hobo y encontré un peludo animalito que jugaba cerca del agua. Era pequeño, se veía muy indefenso y no infundía temor. Me acerqué más y pude ver sus ojos de un rojo brillante, entre ellos resplandecía un cristal de mil colores. Corrí de regreso a casa y emocionada les dije que el Cusumbo estaba en el arroyo. Los allí presentes corrieron a buscarlo, pero no había ni siquiera una huella de él. Otra vez se dejó ver y luego desapareció, tal como contaba la leyenda.
SEGUNDO FINAL.
De pronto escuché que desde el recodo venía un sonido extraño. Tímidamente me acerque al árbol de hobo y encontré un peludo animalito que jugaba cerca del agua. Era pequeño, se veía muy indefenso y no infundía temor. Me acerqué más y pude ver sus ojos de un rojo brillante, entre ellos resplandecía un cristal de mil colores. Recordando lo que decía la leyenda, me armé de valor, busqué a tientas la piedra más grande que pude encontrar y le asesté certero piedrazo en la frente, al instante cayo convertido en piedras preciosas y fragmentos de oro. No se cómo la magia continuó. Desde entonces yo sigo recogiendo monedas de oro y piedras preciosas.
FIN
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