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Alondra



Cada piso que subíamos el olor se volvía más pútrido y nauseabundo. Cogiendo nuestras mangas nos tapamos como pudimos. Al llegar al piso indicado, tocamos a la puerta y nadie contestaba, se sentía presencia en el interior, pero esta no hacía movimiento alguno para acercarse a abrirnos. Nos miramos y pensamos en lo peor. Con una patada al unísono derribamos la puerta. El olor se multiplicó por diez. Hice arcadas, mientras Oscar apretaba más fuerte su manga y se acercaba al individuo que estaba en primera instancia. Era la madre de Alondra que en mudo silencio, miraba, con la cabeza gacha, a la nada, como si allí estuviera una y otra vez todo esas imágenes previas a la boda. Casi moribunda y sin muchas ganas de seguir viviendo, estaba absorta en sus pensamientos, no hizo movimiento alguno a nuestra presencia. Oscar le preguntó que fue de sus hijos. Ella seguía sin intensiones de moverse hasta pasado unos minutos en que reaccionó y aun con su mirada hacia los tablones del suelo, nos dirigió la palabra:

“Ella estaba muy ilusionada con la boda, toda las noches me comentaba de ese joven que conoció un día mientras vendía flores, un caballero decía, “se preocupaba por ti sin conocerte” repetía. Tenia toda la ilusión que después del matrimonio, haría todo lo posible por recurrir a muy buenos médicos para curarme de este mal. Dos noches previas a la boda, él le juró amor eterno, le bajó la luna a sus pies, la llenó de elogios, hasta convencerla de adelantar el amor. Ella accedió. Cuan triste fue saber que al día siguiente se marcho de la ciudad, sin decir nada a nadie. El dolor le embargo el alma, sin ganas de vernos y con mucha vergüenza se encerró en su cuarto. Lloraba a través de la puerta para que me abriera, ella solo repetía una y otra vez que fue una tonta, su llorar me rompía el corazón y yo también lloraba por la puerta, le decía que fue mejor así, porque no se juntó con ese desgraciado, y que habrá algún chico que la quiera a ella por como es y la respetará hasta el último día de sus vidas. Al anochecer se lleno el cuarto de silencio, pensé que se abría quedado dormida y vele su sueño toda la noche, maldiciendo una y otra nuestra situación. El día que iba a ser la boda llega Alan y luego de contarle la desventura, se dirigió a la puerta y la derribó de un golpe, ayyyyyyyyyyyyyyyyy mi niña, mi bebita, mi hijita querida, allí estaba dormidita, su cuerpo frágil todo bañado en sangre, mi niña se me fue, ya no volverá, se me fue, se me fue, me quiero morir, me quiero morir.”

Rápidamente nos dirigimos al cuarto. El teatro macabro abrió su telón, Alan seguía en uniforme, sentado a un costado de la cama de su difunta hermana, ella, como ángel lúgubre yacía dormida en blanco vestido de victoriana costura, un manto carmesí la envolvía hasta hacer hilo en sus brazos, su rostro pálido y seco dejaba pasar los días del infortunio, ojos hinchados y salientes indicaban el horror del crucial momento, cabellos sueltos sucios y desordenados, decían cuantas veces fueron zarandeados por la neurosis vivida. Alan la cogía de una mano y la miraba fijamente, tal vez pidiéndole perdón por no estar en el momento justo, por no ir al encuentro del desgraciado y romperle la cara por taimado, le pedía perdón por dejar a su cuidado a la madre que los crió y que hoy ya poco queda de ella, le pedía perdón por no ser una persona influyente para poder hacer justicia como es debido, le pedía perdón por ser un don nadie que nada pudo hacer en su auxilio.

“Ella lo amaba mucho, hacia todo lo que el le indicaba. Cuando vi que había muerto, fui a buscar al maldito, me dijeron que se había ido a otra ciudad a reunirse con una novia que tenia de tiempo. El es influyente, tiene conocidos en la justicia, estoy seguro que si lo hubiera denunciado, hubieran tomado el caso a gracia, y me hubieran mandado a botar del lugar. Lo único que me queda es matarlo, asesinar a él y a los de su especie, para que dejen de tocar dulces retoños como mi hermana, para luego secarlos con el mal olor de su perfume.”

Oscar y yo abandonamos las instalaciones para llamar a los oficiales de turno. Mucho no podíamos hacer en ese momento. Solo acompañar a los deudos.



Texto agregado el 31-07-2008, y leído por 233 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
23-12-2008 Lo has reeditado si? No lo habia visto. Cuantas imagenes bien logradas ,gracias un gusto leerlo ***** shosha
05-12-2008 Una manera original de narrar la historia y le agregas tragedia...Muy bien... karlaj29
12-09-2008 Me gusta tu estilo, la historia trágica y con muertes por doquier llega al ector y lo impacta. Muy bien! doctora
24-08-2008 que tragedia!!!, pobre niña perdio su vida por un hombre sin valor...buena historia eso pasa muy frecuente. monique_girl
31-07-2008 Esta muy bien la historia, podrias cerrar el cuento mejor con algo mas impactante, como ...finalmente, calmando su llanto, Alan tomo una navaja y salio a la calle. Muy bien. dinosauro
31-07-2008 El amor también mata. Mata lo que fuimos. Si estuvimos solos en la vida, aniquila entonces, a nuestra compañera soledad. Pero el amor que mata la vida, procrea a la nada. Muy buen cuento. Aunque te confieso que me quedé con las ganas de ver como es el amor que se venga. starfish
31-07-2008 Al margen de tu trágica historia, tu estilo pinta un buen futuro. Es fluido, no se dispara a detalles innecesarios, y brinda la suficiente intensidad como para mantener el interes del lector. Felicitaciones. 5* ZEPOL
 
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