O sea, que al final ha elegido usted el cuento más corto, ¿Eh? Pues tanto si se ha dejado llevar por la pereza como si tiene esperanzas de que lo breve sea dos veces bueno, ha errado. Este cuento es una verdadera cagada y si está aquí es por una cuestión personal. Ande, lea otro, haga el favor.
-Mi inversión es a largo plazo, expone Lunares guiñando un ojo. Frotémonos descaradamente contra todo, sobre todo contra los humanos. Levantemos el rabo y ronroneemos en señal de placer. Hagamos visible nuestro ano. Sí, no se escandalizen, nuestro ano ejerce un influjo hipnótico. Posee un encanto básico, inexplicable para los hombres pero eternamente efectivo.
-Su plan es ciertamente desconcertante, parece concebido para despertar nuestra curiosidad, ¿Qué espera lograr con esa conducta?. ¿O todo ha sido una mera provocación para hacernos sentir obtusos?
-Nada de eso. Comprendo su incomodidad, pero les ruego me escuchen. Como ustedes saben, las glándulas de la mayoría de los animales superiores emanan poderosas feromonas que no pasan inadvertidas para ninguno de nosotros. En los humanos, la evolución prefirió iniciar un proceso regresivo en este aspecto, a favor de otras facultades más novedosas. A pesar de todo, el encanto de las feromonas permaneció de forma residual, quedando relegado a una actuación clandestina.
-¿Quiere decir que los humanos conservan una conducta sexual guiada por las feromonas?
-Yo no diría conducta sexual, pero sí una sexualidad. Por supuesto, la manifiestan de maneras aceptables para ellos, es impensable que un humano admita una relación sexual con su mascota. Digamos que las feromonas les estimula, pero luego la forma en como se resuelve esa excitación depende de cada individuo. En cualquier caso, muestran agrado ante este estímulo y lo más importante, ante el objeto que produce este estímulo. Nosotros.
-Bien, suponiendo, que nuestras feromonas funcionasen con los humanos, ¿Porqué debemos exhibir el ano y frotarnos con ellos?
-Como ya les he explicado, el estímulo de los humanos actua a un nivel inconsciente. Ellos no advierten la procedencia del impulso, a pesar de sentirlo. Deben asociarlo inequívocamente a nuestra presencia. Pero no basta sólo con vernos, eso no nos distingue de cualquier otro animal. Deben percibir unas determinadas conductas que asociaran al placer que sienten en nuestra compañía. Ellos mismos se encargarán de buscar una explicación a su inclinación.
-¿Pero enseñar el ano?, ¿Es necesario que el estímulo al que asocien el placer sea nuestro ano expuesto?
-Piensen que muchas de las glándulas emisoras de feromonas están en el ano y debemos esparcir una gran cantidad para que surgan algún efecto en sus atrofiados sentidos. Aparte de eso, ¿Qué mayor placer que ver sojuzgado al ser humano bajo el yugo de nuestro rosado culo? ¿Por qué limitarse a seducirles si además podemos humillarles?
-Hermano Lunares, creo que hablo en boca de todos al decir que a partir de ahora todos debemos mostrar orgullosos nuestros agujeritos.
-Pues no se hable más, arriba esos rabos.
-Arriba.
O sea, ¿Qué al final ha decidido leerlo? Bien, si se siente decepcionado no es mi culpa, quizás es que no haya comprendido el concepto. Reflexione. La anécdota de los gatos era una frivolidad, una mera excusa para hacer un poco de metaliteratura, ¿Es que no lo ve?, ¿Acaso no se siente implicado como lector en el proceso que cierra la obra?
Sin usted, sin su esfuerzo por sobreponerse a la sensación de estar siendo superado por el autor, esta creación no tendría sentido. Usted es el tema del cuento. Sus reacciones al sentirse menospreciado y sorprendido al tiempo, es el argumento.
Pero no se indigne más, amigo lector. Yo le respeto y estoy seguro de que será cómplice en vez de víctima. Tampoco dudo de que a usted se le ocurrió hacer esto mucho antes que a mí. Ríndamonos al hecho de que no somos originales. Suframos con una sonrisa de camaradería las heridas inflingidas al ego.
También soy consciente de que usted no es una persona predecible, sino compleja y honda. Jamás he pensado lo contrario, lo juro. Fallaré si quiero ir adivinando sus reacciones y pensamientos. Muy al contrario, le cedo la iniciativa para concluir este relato como le plazca.
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