¿Cómo comenzar?, Esa era la pregunta que me formulaba al idear una y otra vez la manera de desaparecer del mapa; sé que para algunas personas, esto sería absurdo, pues solo lo hacen aquellos faltos de carácter o de un estatus, pero no alguien como yo…
Este día como tantos otros, salí del colegio, mis expectativas nulas prevalecían en mi mente, comencé a caminar por la calle, sabía que para llegar hasta la estación del metro había que recorrer 2km. Y para colmo la lluvia comenzaba a caer, el tráfico en entorpecerse y las personas a correr de uno a otro sitio.
Llegué hasta la estación, la multitud se aglomeraba de tal forma que obstruían la entrada, como pude logré pasar entre empujones a los torniquetes, ¡Por fin!, Estaba a unos cuantos pasos del anden, pero, ¡OH sorpresa!, El tren venia lleno, así que tuve que esperar a que llegara el próximo, pero la espera se prolongó hasta el tercero, me dispuse a entrar, pero me sorprendí cuando nadie subió al tren. Comenzó a avanzar y a unos cuantos tramos recorridos, se detuvo dentro del túnel.
Pensé que en algunos minutos continuaríamos nuestro viaje. Lentamente el tiempo transcurría y nada, de pronto de no se donde surgió una hermosa figura que parecía salida de un cuento de hadas, tuve miedo al principio, pero al acercarse comprendí que no podía dañarme…
Comenzó a comunicarse de una forma desconocida para mí, en el, me indicaba que confiara, que pronto saldríamos de ahí, pero que antes necesitaba platicar conmigo. Increíblemente, el tren comenzó a avanzar y al llegar hasta la estación, descendimos y mientras caminábamos rumbo a la salida, traté de averiguar lo que sucedía, pero al parecer no podía entenderme. Caminamos hasta la salida y después de varios minutos llegamos a una estructura circular extraña, en donde nos miramos un largo rato sin pronunciar palabra alguna, hasta que tomándome una mano comentó:
--“Seguro te extrañarás de mi presencia, de mi silencio y de lo que vengo a anunciarte… Tal vez tengas miedo. Pero te aseguro que el día de hoy, trataré de que sea inolvidable, de que por algunas horas, trates de cambiar algunos conceptos, pues existe alguien aunque tu no me creas, que se preocupa por ti, por lo que te pasa, conoce cada uno de tus movimientos, de tus tristezas y alegrías y…
Desconcertado, comencé a contestarle palabras que hasta ahora entiendo nunca comprendió:
--No inventes, ya nada más falta que me digas miles de mentiras, saques una biblia y hasta me la regales. Ok… Pero no, mejor no. ¿Sabes? Es mejor que me vaya y piense en otras cosas…
Retrocediendo contestó:
--No, espera, permite que te explique que…
Aunque mis ideas no cambiaban, decidí escucharlo por algunos minutos, comenzó quitando de mi mente todo sentimiento de culpa y sugiriendo que olvidara mis rencores, en verdad, ante sus palabras sentí una gran tranquilidad.
Mientras me hablaba de lo bueno que es luchar, observaba como varias personas pasaban frente a nosotros, pero cosa extraña, no volteaban a mirarnos… Así transcurrió el tiempo y la amenazante lluvia se acentuaba, en ese momento aunque comprendía lo que me decía, no quise profundizar en su enseñanza, pues quería meditar en soledad.
Había llegado el momento de partir, así que una vez que termino de hablar, nos levantamos y comenzamos a caminar entre la fría lluvia rumbo a la estación. Durante el recorrido planeamos una serie de actividades próximas. Al llegar decidimos volver a vernos al día siguiente; así pues aparte de quedar extasiado, confundido y sorprendido, sellamos la despedida con nuestros números y un fuerte abrazo, lentamente descendimos la escalera y en unos instantes desapareció en los andenes.
Al día siguiente me apresuré para acudir a la cita, llegué y estuve esperando casi dos horas, pasaron uno tras otro los trenes, seguían avanzando las horas y nunca llegó… Fue entonces que entendí el mensaje; por esta ocasión no me invadió la tristeza, tan solo una pregunta:
¿Se le habrá acabado el color blanco a Dios y ahora envia a los ángeles vestidos de negro?
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