El té se enfrió esta vez y la caja de música fracturada siguió gimiendo un poco más sobre los adoquines, la fineza de su amargura se disipó en una neblina varoposa y pestilente... resopló... finalmente encontró, primero su orientación, algo que suele perder en esos momentos que la descolocan de la realidad, siguió su peinado moderno y casual, lo compuso con un diestro movimiento de muñeca, no permitiría que se perdiera tanto tiempo invertido antes de salir para estar resplandeciente. Hayó su bolso un poco más allá... unos cuantos centímetros y con todo dentro por cierto, ( se preocupó afanosamente en comprobar aquello... tres veces).
¿Qué más? preguntarán, pues, su dignidad quiza, y por supuesto que la hayó, envuelta delicadamente en un rubor no artificial y exquisito, la hayó arreglando su falda rápidamente, con el seño frunsido, su humor desparramado y con un delicado pero perceptible perfume a ira, ¿atractivo?, peligroso.
Vió con tristeza su envase de té inglés earl grey para llevar perdido y desangrado en plena vía pública, una verdadera lástima... pero la vida sígue, metió rápidamente la cajita a su bolso, lamentó también que se hubiera picado un poco el cristal de imitación de la bailarina que acompañaba la melodía, divisó su zapato y lo calzó perfectamente, se puso de pie, envió una mirada mordáz a los buitres que la contemplaron en su desenso y no ofrecieron siquiera un pulgar para ayudarla a levantarse, emitió un ruidito de indignación una vez más y siguió su caminata, roja de furia, con la esplada erguida y los ojos abiertos y alertas, no fuera a caer de nuevo... después de todo, el imbecil aún le miraba la espalda y no le daría ese gusto... otra vez. |