La ventana me invita a esperar
el segundo eterno en que pueda verte.

El cielo me mira
con sus lágrimas partidas,
y me voy quedando tan desnudo
y tan lleno de esperanzas.

El cielo quiere azotarme con su llanto.
Quiere entrar en mí.
(La ventana está cerrada).

El cielo se desahoga en lluvia.
Mis fuerzas son tan débiles
que no se mojarían entre dos gotas.
Y mis esperanzas son tan fuertes
que absorverían toda la lluvia.

Se encadenan los pensamientos
cual docenas de páginas inmortales.
Gime el tiempo.

Quiero ir donde
madure con más rapidez mi carne.
Dejaré reserva de sueños
escondidas dentro de mí.

La ventana inmóvil.
El cielo inmóvil.
Mi mente confusa.

Te veré pasar amazona de orgullo.
Me mirarás casi indiferente.
Mi esperanza te desciende
de la negra ave que montas
y te posa en mis manos.

Los minutos pasan en mi palpitar,
la ventana insiste en su invitación.
Tiene acento de segundo.
Tiene voz de sonámbulo.
Grita con palabras cristalinas
de agua y de canción.

A veces me habla en un idioma que desconozco.
A veces no logro descifrar lo que dice.

Creo que trataré de ser tierra,
sólo por ser un poco más
y abarcar todo un planeta,
para ser parte de la naturaleza
y no sólo sueños y esperanzas.

Quiere abrirse la ventana.
La lluvia va a entrar en mi.
No deseo que ella recorra mi cuerpo
y después salga por mis ojos.

Un segundo te veré casi confundida,
distinta a otras veces,
vestida de agua.
Querré entonces palparte sin agua.

Todo se quedó inmóvil.
La ventana cayó su voz.

El corazón me ensordeció
y casi no te vi pasar.
08.06.78