Ves a ese hombre.
Ese semiperdido en preocupaciones.
Ese es mi Padre.
El mismo que hace ya muchos años
fuera como yo lo soy hoy.
Aquel que desposara a mi Madre
y tuvo la caricia de sentirla cerca
como su esposa.
Viviendo como yo esperó mi llegada,
y la de mis hermanos,
y así se le han ido los años.
Puedes ver la luna que aparece en sus cabellos
sembrando rosas blancas,
y mirar en sus manos, son las mías,
pero más al futuro —ojalá sea así— pienso.
Mira las mías, son sus manos,
pero hacia el pasado,
pues mira en ellas y verás
la subdivisión de la vida en odios,
amor, rencores, alegrías y penas,
como todo hombre
que ha vivido siendo hombre.
Si tocaras la fuerza de su vida
harías explotar la tuya sin experiencias,
pero desearías que estuviesen en tus brazos,
como yo deseo que sus ojos estén en los míos,
y su piel sea mi piel, sin confusiones.
Y aunque pertenezco a su carne
como fruto de su siembra,
en la culminación del éxtasis de la vida,
quisiera ser más hijo,
que él sea más padre de su carne
y más árbol de su rama.
Déjalo tranquilo que piense,
ya que yo no puedo pensar por él.
Quizás algún día sea yo mi padre,
pero hoy él no permite que su rama se rompa.
Ves, es hermoso, déjalo callado, rabiando
y moviendo la cabeza disgustado.
Puede que tú seas su preocupación
Sin embargo... nada...
Y esa fe en el futuro
que muchas veces parece turbia
ha estado siempre acentuada,
tanto que el huracán de cosas que pasa por casa
no llega a tocarla.
Déjalo golpearte y hablarte duro,
porque habla con su carne
y en ella caen sus golpes.
Padre gracias por ser tu Carne.
25.02.77
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