Camino, sigo sigo por las veredas encharcadas de ríos de suciedad, cruzo, estoy tarde, como todos los días. Como todas las mañanas de esta Lima ¿horrible? Esto no puede ser horrible, es más que eso. Indescifrable. Como todas las mañanas, como esta pregunta sin respuesta, con esta angustia de mierda que me pregunta todas las mañanas que cruzo estos ríos vomitados por los peores bulines de lima ¿la ciudad de los reyes? No no de esta ciudad queda tan poco, de esta ciudad que se está cayendo y de sus reyes no queda ninguno, quizás yo sea el último pero también me estoy extinguiendo, desvaneciendo, ahogando en estos ríos negros, plomos como el cielo, como la acera, como la moneda que acabo de encontrar, que me acaba de salvar.
Quién lo diría, la moneda ploma que me acaba de salvar, que acaba de socorrer mi abandonado estomago, mi olvidada barriga estalla de alegría. Son pocas las veces que he encontrado monedas plomas, que son las mas valiosas, mi hambre apurada me hace obviar la curiosidad del dueño de esta bendita moneda. Quizás sea mía, ya hace tanto tiempo que monedas como esta yo olvidaba en las aceras, ya hace tanto tiempo camino a los estudios, a esa casa a la cual ya no me dejan entrar por mi abandonada facha a esas aulas tan abandonadas como mi estomago ahora saciado. Ya hace tiempo que las esperanzas familiares se depositaban en mi como la abundancia en los graneros, hace tanto tiempo que mis bolsillos olvidaban monedas ahogadas en los ríos emanados de la casa de los olvidos, del triangulo de la esquina, que como mis años se ha ido envejeciendo.
Ya no tengo hambre, pero la tendré, más rato, ¿quién sabe? aunque puedo asegurar que soy hombre de aguante. Nadie como yo, el último rey de esta mi ciudad de los reyes, podría aguantar tanto, las lluvias, el humo, el frío, las burlas, las monedas amarillas que no me regalan como mendigo que soy, yo que antes era estudiante como ellos, a mí a quien los bolsillos reventaban. Pero bueno yo tengo aguante y de eso nadie puede dudar. Bueno nadie lo duda, porque nadie me pregunta. Algunos me miran extrañamente, otros me escupen-tengo aguante mucho aguante- otros no me miran, me obvian- lastimosamente creo que eso es lo mas recomendable- otros, los mas caritativos me regalan su comida o lo que queda de ella. Prefiero lo primero pero lo segundo es también muy bien recibido. Y tengo que ser muy calculador, debería tener un reloj pero aún no lo he encontrado, tengo que respetar muy bien mis horarios el hambre me ha impuesto un sistema draconiano. No debo llegar tarde como antes camino a la facultad. El desayuno y la rebeldía de mi estomago penden de la voluntad de los comensales universitarios. Penden de la voluntad de mis antiguos profesores, de los regalos de mis antiguos alumnos, de la suerte, de encontrar monedas que quizás en otro tiempo… aunque con el mismo cielo, los mismos ríos, los mismos travestis tristes, el mismo humo, las mismas esquinas, el mismo desayuno - que ahora no compro pero que suelo odiar como antes… como antes, como hoy donde nada cambia; ni esta panza de burro, ni este río, ni estos ingenuos universitarios, ni este mensaje político que en la TV no puedo ver porque mis lágrimas lo impiden, la nostalgia de hace años y la de hoy donde todo sigue igual… quizás algo haya cambiado, y eso seguramente son mis bolsillos que antes se vaciaban y ahora están vacías, mis bolsillos que como yo tienen que buscar las monedas que hace un tiempo, el tiempo de los ¿reyes?, por los ríos negros nadaban.
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