Lamento decirlo, pero debo ser deshonesto contigo, sentimiento.
Es necesario amordazarte para silenciarte y permitirme olvidar la canción de aquellos que se van sin deseo de retorno.
Has sido una carga pesada en estos últimos tiempos, y te permití libertad esperando lecciones; sin embargo, lo único que recibí fueron batallas ya perdidas. Si antes era una ruina, ahora no queda ni un vestigio de mí. Me he convertido en una mala historia sin héroes, un monólogo tedioso con frases incompletas y mal recitadas. Soy el villano y el espectador de mi propio circo de amor trágico, una comedia repleta de pérdidas, deudas, dudas, despedidas y, quizás, nada más.
Debo mentirte, es esencial que escuches lo que pienso de ti: eres un parásito, y no tienes excusas. Te empujaré hacia el olvido, aunque con el tiempo, alguien pueda recordarte.
Cae la noche y los grillos invisibles comienzan su burla, los espejos se ocultan, rehúsan verme, y hasta las fantasías se niegan a cobrar vida. Los payasos disimulan, los malabaristas se han convertido en estatuas, y los seres acuáticos se han evaporado con el último suspiro dedicado a aquel nombre de ocho letras y ojos hermosos.
Nadie asistió al funeral, ni siquiera el difunto. Hasta la pintura cambió de color para negarme el toque estético de una verdad. Todos, solidariamente, me han dado la espalda y, esta vez, la función no debe continuar.
Me he cansado de renacer como un ave fénix en un invernadero.
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