.. y de pronto dos ojos de cristal con pupilas de bombilla nos miraban fijamente, horrorizados e incrédulos, iban por su carril de la izquierda, nuestro carril de la derecha... a nuestro lado, un semáforo, uno de esos que tienen un señor verde dando un paso, dimos el paso, pero sin zapatos, como un cuadrúpedo con extremidades de caucho. El señor verde subió un peldaño y se puso colorado, se quedó quieto, pero para entonces no importaba, porque al mismo tiempo alcanzamos el otro doble carril, al otro lado de los hierbajos que se interrumpían en breves aceras con forma de mesetas cuyas laderas descienden hasta el asfalto para facilitar el paso a las sillas de ruedas.