LA NOCHE BOCA ABAJO.
(Cuento corto) Serie Negra.
Por: DANIEL JOBBEL.
" A veces me asombra el hecho de que por las noches después de que la haya contado, esa historia tenga un velo exótico, erótico o criminal, (Sic...) Aunque eso se note imprevisible, el repertorio se vuelve rico en situaciones que a la vez no termina de asombrarme", escribió alguna vez Julio Cortázar.
Puede ser cualquier historia. Ver la cara de Alejandro, por ejemplo, al enterarse que no lo han ascendido en el banco en que trabaja, cosa inconcebible hasta el momento dado a su competencia. O la del empresario, avaro, conciso, con su contador que le dice que sería bueno un deposito de doce palos verdes en cajas de seguridad. Seguridad que nadie tiene. Y ante las posible trampas de la trama, por ejemplo, Inés la novia del empleado bancario, que no es más que Alejandro. No se porqué tenía que aparecer la tal Inés en esa historia y precisamente cuando Inés no era la mujer que se prestara para una historia semejante.
¿O qué te parece esto? Un tipo deposita doce palos en la caja de seguridad de un banco. ¿En una sola caja? Okay, ¿te gustan cinco? Ahá, ¿pesos o dólares? Dólares, nadie guarda pesos salame. Bien, ¿por qué lo hace? Lo que quiero decir es...Bueno, no importa. No importa el tipo. Lo que importa es la guita. ¿De donde viene? Eso lo hace interesante. Es dinero lavado del juego clandestino y de la huída de los narco dólares del 2001 y puestos en funcionamiento para dejarlos limpio. ¿Guita de Moneta Dixit? Tomalo como sea. La cosa es que hay doce palos verdes, un puñado de ese blanqueo. En cinco cajas de seguridad.
Bien, dejame pensar, el asunto es así. Uno de los empleados del banco se entera. ¿Alejandro? Sí ¿Como? ¿De parte del contador? No importa, su impronta le traerá cola y veamos. Se entera. Sabe que dentro de cinco cajas, hay un puñado importante de dólares. Como la de Clint Eastwood, en el oeste lejano, pero acá ahora, nada más que ahora. Y no me cuento una de cowboys.
Es un buen empleado, honesto, pero comete un error: Se lo cuenta a su novia. La tal Inés. Quizás el amigo tuvo un mal día, tal vez llegó tarde y perdió el premio a la puntualidad y su jefe, esos jefes apáticos, agrios y rezongones, que lo único que hacen es armar el crucigrama de cada mañana. O sea, el empleado olfatea una vendetta.
Puede estar por ahí la causa de comentárselo a su novia, cosa que nunca antes lo hacía. Lo que sea, pero el tipo le comenta que un cliente tiene doce palitos verdes metido en cinco cajas fuertes. ¿Vas agarrando el hilo? No... Bueno, seguime. La minita estuvo quince días juntando moneditas día por medio para ir a la peluquería o comprarse un esmalte de uñas... El filo del flequillo le frunce la frente. El bocho le exprime malas ideas... pero doce palos, y verdes... ¿Que haría ella con doce palos? o mejor dicho, ¿Que no haría? "pongo una cadena de pelotudeces como toda modelo". En la peluquería se lo cuenta a la peluquera de turno. Sí. La peluquera de turno despacha el rumor como bola de nieve. "Sabés, me contó Inés de..." Y sí, una hora de braying y secador, cera caliente entre las buenas piernas de Inés. No hay nada que hacer, entonces hablás como cuando te picanean en la cana. Imaginaré detalles: Horas de verdugueo, moda, sexo, códigos femeninos, todo por doquier. Del clima, de los de enfrente, de la vieja que saca tarde la basura, de las minas que se operan los pechos, de la dieta de Cormillot, de los elefantes que aplastan hormigas... o de doce palos verdes en alguna sucursal de Acasusso. ¿Pero a esto le falta acción? Esperá ya viene.
La data de los doce palos verdes va de boca en boca hasta que llega a la persona indicada. ¿Un novio de la clienta de enfrente que escuchaba atentamente, o la prima de la peluquera que anda con alguien de la pesada? Un choro, un cana, un puntero de concejal, un rabioso de gatillo fácil, después lo vemos...
El tipo decide averiguar quién es el empresario, cuánta guita mueve y ve que vale la pena intentarlo, entonces se pone a planificar el robo. Le dá vueltas al asunto; hay que llegar hasta las cajas de seguridad, saber cuáles son, y por dónde. La pregunta es cómo. Tomó unos mates amargos de parado en la cocina, vió como el sol se abalanzaba sobre la ciudad. Sí, se presentaba difícil, pensaba en la muerte que olía a tabaco y a café en el boliche La Malagana. El golpe estaba más o menos bien planeado, más de dos meses ultimando los detalles. Dos de los suyos apretando a los cajeros y el que te dije en la calle en un auto por si las moscas, estás pensando que hagan un boquete con túnel de por medio y llegar a ella, olvídate. Después del asunto del Galicia en barrio Arroyito en Rosario, todo está repleto de sensores... Es verdad. Descartemos eso de hacer el túnel para ingresar. ¿La puerta principal? Olvídate, el lugar se llenaría de canas a los cinco minutos. Pero habría rehenes. ¿Y? ganarían tiempo; no te olvides del asunto de Ramallo. Pero ya saben como ocurren estas cosas, siempre hay detalles que se escapan del libreto, algún empleado que se apoya en una alarma, algún gatillo que se apura y vomita fuego. Después de esa masacre la cana se cuida mucho antes de ingresar e intentar un rescate de rehenes... Okay, ganás tiempo, seis o siete horas, suficiente para reventar las cajas con moladoras y gatos hidráulicos. ¿Y después? Hay que salir, el lugar está rodeado de policías, olvídate de la puerta principal, de las escaleras, los techos, el estacionamiento, y si es que lo tuviera, una supuesta puerta trasera. ..Esperá, no descartemos lo del túnel. ¿En que quedamos? en unas horas no se puede hacer un túnel. Cosa de locos. ¿Si lo hacés antes de entrar? bueno loco, vos sí que te la contás...
¿A ver? Mejor aún, ¿y si se enterasen de que un tipo que cayo en cana trabajó en Obras Sanitarias y bate al quía que hay un túnel que esta hecho de forma fortuita?, ¿Dios está en todas partes? menos de lado de los buenos, al menos acá, espera. Un túnel que esta hace años esperando que alguien lo use. Sólo hay que aprovecharlo. Una noche boca abajo. Dejás intacta la mampostería, unos quince centímetros. Entrás, hacés el circo de la toma de rehenes por la puerta delantera, distraés a la cana, reventá las cajas mientras medio millón de personas te ven por televisión con trescientos policías rodeando la manzana, el barrio, los vecinos, que se yo..., dejás un mensaje redactado con letrógrafo, te tomás el café tibio de la cafetera eléctrica, pensás, no te achicás y después agarrá un martillo, un cortafierro, agujerás la pared y salís por el túnel hacía el desaguadero y allí esperan al 'chabón' sus compinches con dos gomones para remolcar todo lo que te llevaste y buscas una alcantarilla... Pará. ¿Qué pare? Para eso tenés que tener el dato de algún plano hídrico de la zona... Buen dato. Sí, no te olvides que por cinco lucas te aprueban un plano para construir seis pisos en una zona que sólo admite dos, ¿cuánto cuesta la data? Dos mangos. Agarrás un ingeniero hídrico que labure en la Municipalidad, un tipo gris y monótono, oscuro en su trama, en su laburo, en su fama, que los hay y le tirás unos pesos.
¿Te gusta? Por ahí vamos, a ver, como sigue. Sabés no veo la dificultad, el conflicto. La lluvia. No contaban con la lluvia. ¿De plomos, o qué? No, no. La lluvia. El problema es que se va a largar a llover y se inundaran las cañerías. ¿Entonces? Los tipos son bichos, y tienen un plan B. Saben gracias al oscuro ingeniero hídrico, que si se larga a llover van a tener que ir por otro tramo de cañerías, más largo pero que tarda más en inundarse por completo. Sigue demasiado perfecto. Esperá, todavía no terminó. Es más, en este punto, yo mandaría un corte. ¿Deja de hacer películas Juan? No te hagas el gil y decime dale...
Los quías rompen la pared del cuartito y salen a las alcantarillas donde lo esperan otros más en dos gomones. La lluvia cae en forma inusitada sobre la ciudad, se tapan las alcantarillas y los desaguaderos no dan abasto. El agua está subiendo allí abajo, la oscuridad lo sumerge a las tinieblas de lo más sórdido, pero ellos tranquilos...
Confían en un personaje que les tiró la data. Confían porque ya le dijeron que saben todo sobre su familia, de su linda esposa, de su nena que es modelo publicitaria, que anda en los boliches del bajo mostrándose como gata mimosa. Saben de su laburo, de sus jefes coimeros, de un infinito de cosas que el tipo no imaginaba. ¿Te va? Me va. Son unos 400 metros hasta la boca por debajo, entre alimañas, basura, mugre y otras heces, pero vale... Ven la boca por la que deben salir. El agua a la altura del pecho. Sube los primeros fardos y luego la tapa se corre grotescamente. Un carro cartonero, frágil, pero suficientemente pesado se frena sobre la misma... los quías putean. Son cinco. La lluvia no para.
El agua sube, lentamente, quieren remar con los gomones, pero lo arrastran con la correntada, se golpean, quedan anclados en una salida, ellos tropiezan y con el agua arriba de la cintura, quieren agarrarse de los fierros de la escalera que conduce a la boca. Tres no pueden, son arrastrados y mueren. Los otros dos quieren volver a los gomones, pero ya es tarde, en tumulto y la turbulencia de las aguas, pierden todo, linternas, radio, y hasta las armas. Son arrastrados hacia el Delta.
El carrito frágil y gris no se mueve. Bastante utilitario y dúctil para el manejo, tan insignificante como el que lo trajo hasta allí, tan oscuro como el ingeniero hídrico. Pero el espectáculo está en el otro frente, la panadería. ¿Mendigos, vagabundos, pedigüeños? No, gente, gente. La cola de unos cuantos (demasiados) se apuesta junto un portón de un costado del negocio, donde entran en sí la harina, las almendras, el chicharrón y las nueces peladas. Ahora va a salir el peón con las bolsas de panes que, por lo viejos, ya no se pueden poner mañana en el mostrador. Es buen pan, tal vez un poco húmedo o ya duro. Una rueda de goma llanteada descansa sobre la tapa que no cedió al esfuerzo de los tipos de adentro. El último en ser arrastrado es el cerebro de la banda.
Recién cuando el agua comienza a surgir por la alcantarilla, el carro y su insignificante chofer, empuja y avanza, se aleja del lugar.... Esperá, ¿Y la guita y la minita?
Sabés, no alcés la voz, dijo Alejandro, mi novia me jugó una mala pasada. Ese sentimiento debe haberse ignorado por todo el mundo, la gente, la yuta, y hasta el agrio jefe del banco. Que nadie esté enterado de que sucedería seria envidiable porque lo imagino como una de las más simples formas de libertad. No alces la voz, te escucho, creéme. Me cagó la guacha. Fue así, como te cuento, se lo grité en la cara y ya ves lo que me contesta. Sh, cornudo es una fea palabra, si llegás a decirla te rompo la trompa. No lo quise decir, le advierto, nadie sabe si se acuestan le digo, el que mira, el que cae o se tira a la pileta, o el que va como bicho a la lámpara, es el infecto tuyo. Ese sentimiento lo tenés que matar, es la necesidad de olvidarla. Ella hizo de campana, fue la que salió del banco antes del atraco. Ella sin necesidad de ventosas y cara lánguidas está enamorada del 'chabón' ese... Por si la venganza es un arte, Inés, sutilmente bella, aparecerá en Panamá, disfrutando.
Ese día todo se resolvió rápido y furioso.
El 'chabón' sacó el revólver de la media y abrió fuego. Un primer tiro le pegó en el hombro derecho. La policía exigió que se rindiera, "estás rodeado", se escuchó. No hay manera de escapar. Se dio cuenta que la vida se le estaba yendo para el lado oscuro de la muerte. Tenía el revolver descargado y otro agujero en el pecho. Siente como la sangre corre por el y empapa toda su ropa. La cara apoyada en el asfalto y las manos frías. Muerto de dos balazos en la puerta del chalet de un barrio cerrado y el empleado sospechado...
Una despechada venganza lo había traicionado. Un amor no correspondido. Su mujer vendió la data.
Mientras tanto, en algún lugar no muy lejos, continúa formándose la cola al costado de la verdulería de enfrente. Ahí esperando otro amanecer, con paciencia, en un ritual de piernas gastadas y caras sucias, principalmente mujeres y algún chico: a las doce, sólo a las doce el verdulero saca la verdura que a la mañana ya no puede vender. En una noche boca abajo, algo raro pasaba. Todos apuntan al medio de la calle. En pocas palabras. El pibe me dice: “si quiere un dólar, levante la alcantarilla y lo encontrará…” – |