| Entre luces y sombras
 Mis pies se deslizan por senderos de baldosas
 que guardan en dibujos de tiempos solitarios,
 respetuoso silencio… en compañía de mis lentos pasos,
 y la complicidad de fantasmas de la quieta madrugada.
 
 Quietas las calles, quieta la plaza, quietos los árboles.
 También los vientos que aquietan ramas…
 Y hasta quietos están los nocturnos trinos
 de zorzales adormecidos.
 Sólo luces artificiales y aquellas sombras
 que de obstáculos obligadas se desprenden
 en intención de fuga ansiada,
 sin comprender que los grilletes
 la engarzan por siempre a sus plantas
 hasta que la llegada del alba
 rompa las cadenas de su prisión acostumbrada.
 Más tarde… Nuevamente en la noche…
 En repetición viciada. Eterna.
 Mientras tanto, mientras aquella llegue
 atisbo las sombras… Pero ninguna figura humana
 descubro en ellas… Y continúo el camino
 tan solo en compañía de mis tiempos,
 de mis intenciones y mis pensamientos.
 
 A mi alrededor… Nada. Un transparente vacío.
 Ni seres, ni vehículos… Y los sonidos… Dormidos.
 Sólo luces artificiales y aquellas sombras
 que de los obstáculos se deshilachan
 con la obsesión de escapar de su encierro
 sin aceptar que por siempre su existencia
 será sin cambios, sólo de obstáculo, su sombra.
 
 (¿Será ésa mi existencia ser sólo sombra de un obstáculo?)
 (¡No importa!… ¡Vivo!… Continúo…)
 
 Y quiebro con suavidad de ternura como en tantas noches
 un gajo poblado de perfumadas abelias
 entre luz simulada y sombra de obstáculo.
 Más allá los jazmines ofrecen sus ramilletes blancos.
 Y en otro más allá, un poco más alejado
 solícito entrega a mis hambrientas manos
 el paraíso, un nuevo manojo de diminutos gajos.
 Mientras su tronco es obstáculo,
 del que no sólo se desprende vida,
 también se desprende sombra.
 Me cuelo a través de ella y por un instante
 soy nada. Nada veo. Nada siento. Nada pienso.
 … Y presiento que como la sombra de un obstáculo,
 quedo por su hechizo encadenado.
 Más, el amor llama… Al menos el mío.
 El que yo siento… Y salgo.
 Me quito la sombra de aquel árbol
 y continúo mis pasos por las veredas
 de baldosas cómplices y silenciosas
 que también poseen luces y aquellas sombras.
 Y me deslizo sobre ellas, casi volando
 para llegar en intención enajenada
 hasta el umbral y la reja de tu nueva casa.
 
 Tampoco ahí las baldosas hablan.
 Nada me cuentan de tu alma descalza
 
 Su mutismo es mi silencio
 como lágrimas en mis ojos
 por un ramillete de flores
 en donde se niega a la ofrenda
 un oculto balcón en lo alto.
 Como lo era en un tiempo
 que ya es anciano, en lugar lejano.
 Mientras en tu casa, los sueños
 cubren su interior entre sombras
 de obstáculos, prisioneros como
 en un devenir eterno.
 
 Tu presencia, mi luz… Más tarde,
 en mis ojos las sombras otra vez
 de aquel obstáculo encadenado… Y después…
 Me pierden mis pasos en tiempos oscuros
 entre brumas, silencios y luces.
 … Y las sombras a su vez.
 Entonces, regresan los sonidos,
 los seres, los vehículos y de los zorzales, sus trinos.
 
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