- ¡Gracias a Dios que puede estudiar!

- Dios no tiene nada que ver con esto. Dios no hizo las universidades. Dios no hizo esta occidental forma de pensar: nacer, estudiar, graduarse, trabajar, tener hijos, morir. Dios no me dijo que estudiara en el colegio y me fajara los cojones para tener trastes que no necesito. No me venga con esa mierda, señora, por favor. ¡Soy un adulto!. ¿No se da cuenta?, estoy pensando en no pasar de los 40. Estoy pensando en que usted nunca ha pensado por su cuenta. Estoy pensando que usté está pensando que en la novela Carlos Enrique esta rico y que talvez le haga el amor a María Eugenia como nunca se lo hicieron a usté. Talvez él meta su virilidad en ella con tal fuerza que ella se venga de inmediato y usté pueda ver como es todo "eso" de venirse y no venirse, de abrazarse después de la odisea corporal que hace temblar la casa y ahuyenta incluso a la muerte; de comerse entre sí, se hacer la del perrito, la del misionero... y etc., de jugar entre cuerpos que sudan y gritan al unísono, de derretirse e implotar en orgasmos apocalípticos, ¡toda esa sensualidad!. Todo esto antes que se de cuenta que en mis ojos hay algo más que desinterés. Antes de que comience a tener desconfianza, antes de que su mente cansada de TV novelas, revista TÚ y demás pendejadas descarte la posibilidad de recordar mi nombre o incluso mi sonrisa.

- ¡ay! ¡tan grosero! sus papas no le ense...

- No, mis papás no me enseñaron. Mis viejos no me enseñaron. No me lo dijeron. Se les olvidó. Ya sé lo que está pensando usté: "pobrecito niño rico resentido". Tengo mi suéter Abercrombie para limpiar mis lloriqueos en él. Por eso no se preocupe. Pero ¿qué estoy diciendo? usté no se preocupa, no le importa una mierda. Sólo quiere comentar el chisme de la vecina con la señora de las tortillas. Sólo quiere sentarse a tratar de encontrar algo parecido a una vida en las semi-tramas que ostentan los episodios y repeticiones, ¡llévelo dos por cinco!. Míreme bien. Yo soy el futuro que nunca llegará. ¿Espera un mañana mejor? por favor...

- Usté es una mala persona, patojo insolente. Tan arrogante como que si fuera mejor que los demás. ¿Qué se cree?

- Jamás dije que no lo fuera. Estoy en mi derecho, ¿no cree usté?. Así como usté tuvo su oportunidad. Quizás me apresuré: ¿Alguna vez se vino brutalmente encima de un hombre de su preferencia?. Apuesto que cuando era joven tenía un polvo estupendo.

- Mire jovencito, no voy a permitir...

- ¡Ah! pero va a hacerlo, no sólo porque sabe que revota en la verdad, sino porque no puede dejar de saber que tanto trasluce su infeliz existencia, ¿verdá?. ¿Quiere que le diga más?.

- ¡Váyase a la m..........ierda!

- ¡Uy! no hay necesidad, a decir verdad, señora la deseo un poquito. Todavía hay una traza de vida en sus ojos, la vi ahorita que me gritó, se mira hermosa cuando tiene esa energía. Me da un poco de armonía su ejercicio sexual. Me causa curiosidad su intimidad, ¿está de verdad muerta bajo esas faltas y blusas de costurera?. Aquí en el calor de la costa se miraría bien con tirantes, ya se lo digo. Pero, ¡no se vaya!, ¿Qué era lo que quería?, ¡en fin!, aquí en la cima, aquí donde estamos, este lugar al que todos aspiran, sobre camas de billetes y demás, aquí se está muy sólo...

- ¡...!

- ¿eso es todo? ¿un silencio incómodo? ¿una mirada asesina de resentimiento y desconcierto [con el aderezo de tristeza]? ¿la última parte de su cadera que antes se miró contonearse levantando los glúteos, sacando suspiros, abultando braguetas, exprimiendo envidias [...] de aquello sólo queda la fuerza de costumbre; la última mirada mientras cierra la puerta botando el reglamentario [cliché] vidrio? ¡SEÑORA!... la amo. Espero que lo entienda. vuelva pronto.