-Pero tú, Odiseo, escuchaste el canto de las Sirenas. Eres el único que sabe cómo es, puesto que los demás murieron devorados.
-Te equivocas y me equivoqué. Me creía muy astuto, pero no había entendido nada. Porque en la esencia de la llamada de las mujeres-pájaro está no sólo el sentirse atraído por las voces que te llaman, sino el ser realmente atraído. No has oído el canto de las Sirenas si no sientes con horror y fascinación como tus miembros se vuelven blandos y tu voluntad desaparece y caminas hacia ellas y llegas inerme hasta las rocas grises donde están los monstruos hurgando en los restos de sus últimas víctimas y se vuelven hacia ti que llegas y abren la boca en un canto que es tu muerte.
Eso es el canto de las sirenas.
-¿Entonces...?
-¿Qué quieres que te diga? Ni siquiera estoy seguro de haberlas oído. Allí, amarrado al mástil, entre el viento y el furor de las olas, creí oír algo. Puede que sólo fuera el viento.