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La Carrera de las Siluetas

El pasillo es largo, el espacio se coloca denso y nubla la visión, no puedo saber qué hay al final, más allá. Las paredes son grises, ni claras ni oscuras, sólo grises, de una tonalidad exacta para no agregar luz al ambiente ni tampoco quitarla. Hay lámparas espaciadas regularmente a lo largo de todo el trayecto, son conos achatados y también grises, están encendidas, sin embargo la luz parece no provenir de ellas, sino que sólo está en todo el ambiente, repartida por igual.

Una extraña sombra pasa rauda por mi izquierda, me adelanta. No alcanzo a seguirla con la vista más que unos pocos metros cuando siento una distorsión en el aire a mi derecha. Una segunda sombra me adelanta por ese lado. Ésta la observo mejor. No es exactamente una sombra ya que no está proyectada en ninguna pared ni en el piso, es una silueta humana, una figura negra perfectamente plana, con forma y movimientos humanos. Va corriendo a medida que se aleja y sólo su borde queda frente mío, la pierdo también de vista a los pocos segundos.

Aquellas siluetas parecían felices adelantándome, no sé por qué, pero debo apurar el paso, antes no me molestaba caminar lento ni conocer lo que hay al final del pasillo, la caminata me parecía agradable, pero ahora que sé que compito contra alguien más, ya no puedo seguir tan calmado. Siento nuevamente un aire, pero ahora por detrás de mí, me apresuro más aún, no me alcanzará, está rozando mi costado derecho, a punto de sobrepasarme. Se coloca a mi lado y justo cuando estoy dispuesto a acelerar nuevamente, me da un fuerte codazo que me desequilibra me hace perder el paso y casi caigo al suelo. Me sobrepasó también y la rabia se apoderó de mí.

Al sentir una cuarta sombra por mi izquierda, ni siquiera le doy a ésta la oportunidad de acercarse, simplemente giro y le lanzo un fuerte golpe que la deja botada cual negra e inerte alfombra humana. Río y continúo dispuesto a recuperar mi lugar perdido. Adelante, a lo lejos distingo una silueta, la alcanzo y golpeo levemente su pie con el mío mientras corre para que tropiece. Paso corriendo por sobre la nueva alfombra y voy a la caza de los dos primeros en adelantarme. Repito la misma tarea y vuelvo a ser el primero. Me siento feliz, satisfecho, pero muy cansado.

A lo lejos, en el fondo del pasillo se comienza a distinguir un color verde y una figura brillante y dorada al centro. Sigo corriendo, me acerco cada vez más. La figura dorada es un gran trofeo de oro, el que cuelga justo en el centro de un pequeño cuarto verde que marca el final del pasillo y de la carrera. Siento nuevamente que alguien se acerca por detrás, ese trofeo debe ser mío, me lo repito para darme fuerzas mientras corro. Adivino que la silueta que viene atrás desea repetir conmigo el mismo truco de golpear mi pie para desequilibrarme y lanzarme al suelo, pero no lo consigue. Freno bruscamente y le lanzo un fuerte codazo, quedó botada a pocos metros de la entrada al cuarto, la que estaba marcada sólo por el cambio en el color de las paredes.

Miro a la silueta que quedó botada y río, me asombro del sonido de mi risa, fue sarcástica, casi macabra, me encontré sintiéndome más feliz por haber vencido a esa silueta que por haber llegado al final, algo que me hubiese parecido increíble cuando recién comenzaba la carrera, ¿qué había cambiado en mí?

Giro finalmente y veo el trofeo que parece flotar al centro de la habitación, es hermoso, en el centro destaca la figura de una cara feliz, con una hermosa sonrisa, con una expresión de pasividad y tranquilidad que me produce envidia. Estoy agitado y cansado, mi respiración demuestra todo lo que tuve que esforzarme para llegar primero, pero al mirar esa figura no puedo dejar de desear sentirme de esa forma, con la paz interior que refleja esa expresión.

Miro con más detención y veo que bajo la figura hay una inscripción que dice “Por haber obtenido el último lugar en la carrera de la vida, ¿qué apuro había?”.

***

Un sonido me despierta, es el aviso de un nuevo correo llegando a mi portátil, el que tengo justo enfrente. Lo abro, lo leo y respondo simplemente: “Lo siento, comprendo la importancia de conseguir el nuevo proyecto y de adelantarnos a nuestra competencia, pero no acostumbro trabajar los fines de semana”.

Jota

Texto agregado el 25-07-2008, y leído por 313 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
17-09-2008 No es sólo ímpetu existencialista a mi modo de ver, sino filosofía de la vida.En nuestra sociedad se nos obliga a ser los primeros a toda costa; yo no veo el porqué si hay cuando hay algo más importante: Descansar y disfrutar de la vida. Excelente! Mis****** josef
16-09-2008 Tu estilo ya me es conocido, pero es necesario tener talento para construir esa trama existencialista que se desprende de tus líneas...!Buen ambiente! churruka
06-08-2008 Me agradó, La narrativa, el rigor que le pones al relato, los escenarios que se dejan vislumbrar a lo largo de las líneas y los enigmas que se van deslizando. Saludos cordiales. starfish
30-07-2008 buena descripcion de la situacion, muy bien narrado, te felicito, Javier mjr10
26-07-2008 Buen logrado el ambiente, hay misterio, y el final se une la ironía con un espíritu existencialista..Bien auiles
 
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