ella era su madre y él era su hijo mayor. ambos murieron el mismo día, misma hora y, a mas de mil quinientos kilómetros de distancia... el amor muchas veces borra mapas, credos e mágicas ideas.
lentamente la vi adelgazarse. es mi estómago, pensaba mientras veía como su cuerpo parecía un fruto seco y golpeado, formándose pliegues de cuero ennegrecido. dijeron que era cáncer... una coloncopía... se la hicieron, nada, está tan sana como un bebé. la anciana sonrió de alegría. podré vivir mas y con salud, pensó. a lo lejos, a mas y mas kilómetros de ella, su hijo mayor bajaba de peso y no por enfermedad, no, era por falta de comida y una honda depresión por saberse un fracasado y vivir constantemente en una pompa de jabón. le llamaba muchas veces y me decía siempre lo mismo, mientras que por otro lado me informaba de sus cuantiosas deudas y su manía por las sustancias alucinógenas... la madre seguía bajando de peso, era la ansiedad, el sentir que una parte de ella se estaba secando como un fruto sin sol.
murieron el mismo día. ambos fueron enterrados lejos y su último pensamiento estuvo lleno de temor por no entender qué era lo que ocurría con sus cuerpos. eran una pareja de hijo y madre. ambos se amaban sin medida, y, en silencio total, sin entender que ambos salía del mismo árbol del amor y sus hojas estaban secándose por otras nuevas... sí, eso sentí mientras miraba la vieja naturaleza atada a la tierra, al aire y al agua...
la noche ennegrecía la claridad del pensamiento y supe que debía dejar de escribir y rezar por ellos, ya lejos de todo dolor y unidos como el río a la mar... para toda la eternidad...
san isidro, julio de 2008
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