Que no tienes las cosas listas, que el libro no ha entrado a imprenta, que el patrocinador está en Alemania, que se repitió demasiadas veces la misma palabra en la sinopsis. Nadie va a tomar decisiones, solo van a dar su punto de vista.

Deberías haber limpiado tu casa ayer. Le dijiste a él que lo harías. La semana pasada tenías dinero y cuando vino la señora de limpieza le pediste que regresara luego.

Por qué mientes a los te rodean. Más bien no miento, los salvo de mi mismo, de ellos, de sus prejuicios.

Llamé por teléfono y no había dinero. Mi hermano se lo llevó todo y no voy a pedir prestado. Pienso en tomar una pastilla, comprar un par de papeles, patear a alguien hasta que vomite el hígado.

Una copa, tal vez una copa en lunes a medio día no sea tan nefasto. Debería empezar a fumar...

¿Veré porno?... No hay tiempo.

¿Aviento un mueble contra el suelo?... No tienes ganas ni nadie te va a oír.

¿Escribo? En eso andas.

Sal a la calle, o conéctate al mesenger, debes buscar un modo de resolver. Le prometiste que irían al cine y no tienes para los boletos. Veo los contactos del hotmail y cada frase de canción cursi, cada chiste malogrado, cada noticia que a nadie importa como nickname, me amenaza con iniciar una conversación. No puedo conversar con nadie ahora. Lo dejo en no-conectado.

Hace rato estaba en el baño y puse las manos en mi rostro por dos minutos. Es preocupante que haga eso y más si mis manos en mi rostro se quedan por más de diez segundos. Cuando me vestí me percaté de que en los aspectos básicos llevo la vida de un loco, de un incapacitado mental. Que venga un enfermero, un monje, un familiar y se haga cargo de mí. Pero no hay ese lujo.

Creo que tengo marihuana en un cajón. ¿Pero eso qué? Ansiolíticos para amateurs. El té de tila es más fácil de preparar y no me da hambre... Carajo. Hambre. Esta es la hora del día que se come.

Él llegará en un hora. Mal día se me ocurrió para hacer vida cotidiana y lavar sábanas. Las sábanas son necesaria para coger y siguen húmedas. Si quiere coger, qué le dirás. ¿Hoy lave las sábanas?

Bueno, si se harta de ti tendrás algo menos de que preocuparte. Pero no quieres que se harte. Quieres que se quede, que te soporte, que se trague todos tus defectos, cerdo egoísta.

Hace días se acabaron las croquetas del gato. No deja de mirarme y de seguirme a todas partes. Le doy mi lata de atún y se queda tranquilo en una esquina. Hoy no comeré.

Parece que las sábanas ya están secas. No, falta esta esquina. No puedo ponerlas así en la cama.

Suena el timbre. No puede ser. Es muy temprano. Él llegó antes de lo imprevisto.

¿Te peinaste? ¿Apesta mi ropa? ¿Mis calcetas son del mismo color? Odia que no sean del mismo color. Qué importa todo eso, ha vuelto a tocar el timbre.

Le abro. Tiene lágrimas en los ojos y sin poner atención en mi peinado o mi ropa me pide que no pregunte nada. Entra. Prueba el té de tila que dejé sobre la mesa y habla, habla durante largo rato.

Luego me abraza. Estoy a punto de decirle que no tengo dinero para invitarlo al cine, pero antes me dice que ya no quiere salir. Se recuesta en mi cama y le digo que no hay sábanas.

Sonríe y dice. No importa. Lo bueno es que estás aquí.