Me dijiste que no... lo tomé así... cerré el medio, abrí la puerta y salí corriendo, con la única meta de olvidarte.
Corrí durante horas, al principio tambaleante y con paso inseguro, te tenía tan dentro y no podía alejarte, de repente dejaba de ver el camino para concentrarme en pensamientos dónde tú (como desde hace meses) protagonizabas, recuerdos que me ma rtirizaban.
Me dí cuenta que comenzabas a salir de mi organismo al mismo tiempo que transpiraba, las gotas de sudor te llevaban poco a poco; mi sudadera comenzó a teñirse de ti, así que la tiré a lado de un árbol ya seco que se asemejaba a mi vida sin tu recuerdo, sin vida.
El sudor comenzó a rodar por mis mejillas, lo sentí como una caricia que alguna vez me diste... esto me dio la fuerza suficiente para aumentar la velocidad de tal forma que mis lágrimas se fundieron contigo, bueno con estas gotas de ti... y rodaron horizontal por mis mejillas, llegando hasta mi oído dónde escuche un -te quiero, no me dejes-, pero yo no te deje... jamás lo haría.
Me detuve algunos instantes a recuperar mi aliento, me asomé al camino recorrido y con tristeza noté que te quedaste como marca de tu mismo olvido... pero seguías en mi piel, tu sensación seguía presente... limpié la humedad de mi rostro y retomé el ritmo, fluías incesantemente por entre mis poros, te adherías a mi vestimenta y caías de golpe al suelo junto a mis pisadas
En mi siguiente parada me di cuenta que ya no estabas en mi, el sol se encargó de evaporarte por completo, al fin veía todo de nuevo con claridad... aproveché el reflejo que me regalaba una ventana de aquel edificio y una sonrisa se dibujó en mi rostro, logré lo que intenté tanto tiempo en vano. Todo se convirtió en rocío y subió al cielo para dejarte ir por fin... decidida a volver a mi casa, con un paso más relajado y firme comencé el retorno.
Mis pensamientos ya no eran verdugos crueles, el exterior se dibujaba más colorido... pero el cielo no compartía esta felicidad, enormes nubes se formaron del color de tus ojos provocando una luz plomiza que bañaba aquella calle céntrica... mis pasos tomaron un nuevo ritmo, el gris del ambiente me dio desconfianza de haber logrado mi meta.
Con un rugido celestial, las nubes soltaron su contenido... pesadas gotas de liquido vital caían sobre mi y con impotencia recordé el ciclo infalible; al evaporarte no desapareces, sólo te transformaste, ahora no podía alejarme, eras cada gota que caía; quedé empapada de ti, te introdujiste de nuevo por entre mis poros y ahora estabas presente en todo mi contorno. Te aspire profundamente y volviste a habitar en mi interior.
¿Otra oportunidad para quererte?
|