FUERTE Y ENÉRGICO
Colgó el teléfono como si le diera miedo terminar de hacerlo, pasó un mundo hasta que lo terminó de hacer y suspiró profundamente. Esta segunda llamada le había alterado bastante, las amenazas que tras un largo y tenso silencio le habían escupido desde el otro lado del teléfono le habían llegado profundamente. Fue lánguidamente arrastrando sus pies como si llevara cadenas, a la cocina para tomar de un infinito trago las pastillas para su débil corazón, que con el sobresalto se había acelerado como un coche de carreras. Al acabarse el vaso de agua refrescante, volvió a su sillón para intentar terminar de leer lo que le quedaba del artículo que se estaba leyendo. Por mucho que intentara centrar su atención en las páginas del periódico, sus ojos traicioneros, se desviaban hacia el teléfono que estaba a su izquierda. Encendió la tele para distraerse más, pero sus ojos volvían insistentemente hacia el teléfono. Se esforzaba en desviar su atención del maldito teléfono, pero cuanto más lo intentaba, más pendiente estaban de él sus ojos. La tensión le estaba destrozando, las pastillas que acababa de tomarse apenas tres minutos antes, no parecían hacer su efecto, sino más bien todo lo contrario, los nervios hacían que latiera más deprisa su corazón.
Sonó, fuerte y enérgico y le levantó de un salto, su corazón se desbocó. Lo dejó sonar dos veces más antes de acercar su brazo tembloroso al auricular y descolgarlo. Intentó aparentar calma cuando preguntó: “¿Dígame?”, al otro lado, solo se oía una fuerte respiración, volvió a insistir: “¿Hay alguien ahí?, basta ya de bromitas eh!”. De repente escuchó al otro lado del teléfono una voz muy grave que le gritó: “¡No son bromas gilipollas!, voy a acabar contigo al igual que voy a hacer con esta zorra –se oyó un grito femenino y un fuerte golpe, pero que no sólo oyó por el teléfono, le pareció cercano- ahora voy a por ti, en lo que limpie un poco esto, subo las escaleras y acabo contigo desgracia...” Colgó sin terminar de escuchar. Corrió a por un cuchillo a la cocina. Volvió al salón rápidamente y de un salto por encima sillón llegó al teléfono. Lo descolgó para llamar a la policía. No había señal. Latía cada vez más rápido. En el piso de abajo se oyó un portazo. Voló a buscar el móvil hasta dar con sus huesos en el suelo. En la caída perdió el cuchillo. Jadeaba y respiraba para recuperar el aliento. De repente, sonó fuerte y enérgico. No respondió al que llamaba al timbre. Un grito le exigió que abriera. En la puerta entraron unas llaves que giraron el pestillo. Se agarró fuertemente el pecho. Se abrió la puerta y cuando entraban su padre y sus amigos para hacerle una fiesta sorpresa de cumpleaños su corazón se colapsó.
|