Leía, no hace mucho, la noticia de un niño que se sentía culpable del desastre de las Torres Gemelas. Se narraba en ese artículo de prensa que el menor siempre había pisado determinado número de baldosas y que el día del atentado, no lo había hecho. Al producirse la tragedia, el niño cayó en una depresión tremenda al sentirse culpable de este catastrófico hecho y no estoy seguro que sucedió después con él.
Esta noticia me permitió recordar una serie de manías que yo había adquirido para que mi equipo de fútbol favorito ganara y fuera campeón. No sé si esto sucederá con otros fanáticos, pero en mi caso, antes de cualquier partido, yo repetía una serie de frases que, estaba seguro, salvarían a mi equipo de cualquier maleficio. Y cuando éste ganaba, me sentía feliz de haber cooperado en dicha victoria. A veces imaginaba que podría suceder algo funesto, por ejemplo, que el equipo rival hiciera un gol sobre la hora, y de inmediato yo susurraba –“menos mal que me acordé” y con eso, aventaba de inmediato los malos hados.
Y cuando mi club estaba a punto de ganar un nuevo título, yo buscaba entre mis trastos un periódico del año de la ñauca en el cual se detallaban todas las estrellas que mi equipo había conseguido a través de la historia. Sólo al efectuar este ritual, estaba ya seguro de haber despejado el camino hacia el título a mi querido cuadro.
Pero, durante una mudanza, sucedió algo funesto y muchos de mis papeles se extraviaron, entre ellos, mi famoso periódico. Esto me produjo una gran desesperación, imaginé a mi equipo bregando por un título que se escapaba de sus manos, sentí que les estaba fallando, que esta situación provocaría una serie de situaciones desgraciadas y me deprimí de tal modo que sólo una vez que el club de mis amores consiguió una nueva corona sin necesidad de mis cábalas y artilugios, pensé que tal vez otros fanáticos ponían en acción cábalas tan potentes y efectivas como las mías.
Hoy, transcurridos varios años desde este acontecimiento, puedo contar que mi equipo ha conseguido una infinidad de títulos, se ha transformado en el club más importante de todos y goza de una salud deportiva envidiable. Y pienso que, después de todo, este cuadro maravilloso, cuya insignia llevo grabada a fuego en mi corazón, ha sabido arreglárselas a la perfección sin mí...
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