Éramos tres en el auto. Viajábamos a Argentina para conocer Buenos Aires, su capital. Isaac, el novio de mi madre manejaba el auto. Mi hermana y yo mirábamos hacia fuera contentos de conocer otro país.

- ¿Ya llegamos, mamá? – pregunté.
- No hijo, nos faltan unos ciento cincuenta kilómetros aún. Duerme, te avisaré cuando estemos en la ciudad.
- Martín, ¿cuál es tu problema? – me pregunta Isaac con tono de provocación.
- A mi no me pasa nada. El problema pareces tenerlo tu conmigo – contesté seguro de mi respuesta.
- Por favor Martín, Isaac está manejando... – me hace callar mi madre.

Nunca me cayó bien Isaac. Le contestaba mal a mi madre y de vez en cuando la denigraba insultándola. La relación entre ellos no parecía buena y el viaje a Buenos Aires parecía no tener motivo alguno...

Isaac detuvo el auto.

- Bajen todos del coche – ordenó.
- ¿Qué sucede? – mamá toma sus cosas mientras baja apresuradamente del auto.

Todos estábamos en el medio de la ruta... A pocos metros se podía ver la vía del tren.
Isac corrió hacia la ferrovía y se acostó sobre ella sin decir absolutamente nada. Mi madre corrió hacia él, lo mismo hicimos mi hermana y yo.

- ¿Qué haces? – pregunté incrédulo
- Espero el tren – contesta Isaac mientras se lo veía acostado sobre la vía
- ¡¿Qué?! ¡Eres un loco! – le grita mi madre
- No, hace meses que planeo esto. Quiero que ustedes sean cómplices de mi destino... Soy un desastre, ¿verdad?. ¡Contesta!, ¡¿soy un desastre para ti?!
- ¡No, amor!, ¡No lo eres! Por favor... ¡toma de mi mano, vamos! No me hagas esto Isaac... – incrédula de la situación, mi madre estaba a punto de largarse a llorar.
- Tu tienes tu vida y yo la mía. ¡Ya basta!

El tren ya se podía divisar a lo lejos. Se aproximaba cada vez más rápido hacia nosotros...

Pocos meses habían pasado desde aquel día. Él se encontraba leyendo en la biblioteca de la casa. Ella hablaba por teléfono. La niña jugaba en su cuarto.
Toda una farsa.


IVOGARCEV
julio dosmilocho