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Sudaca

Patricio García Polanco

Esta mañana compré el periódico y no he tenido tiempo de leerlo. Siempre me pasa lo mismo: compro el periódico, pero pocas veces puedo leer lo que me interesa. Muchas veces me conformo con ver sus titulares. A veces, busco las páginas de opinión y leo por lo menos algunos párrafos de cada artículo. Desde hace algún tiempo me he impuesto como deber mejorar mi vocabulario. Y es que como bien dice mi tío Enrique, que fue síndico del pueblo: “Si se quiere llegar lejos hay que hablar bonito”. Por eso he decidido mejorar mi vocabulario incorporando nuevas palabras. Hace unos días, por ejemplo, cuando abrí el periódico me encontré con un término que me ha parecido curioso. Es sudaca. La información trata sobre la vida de los sudacas. Eso me parece interesante, aunque no tengo la menor idea de por dónde anda el asunto.

Debo aclarar que no pude leer la crónica porque cuando mi hermana estaba organizando la casa se encontró con el diario y ¡zas! lo estrujó todo y lo echó al zafacón. Ella es enemiga irreconciliable de los periódicos. Un periódico y una basura son sinónimos en su limitado vocabulario. El caso es que sólo pude apropiarme del contenido del titular: “Sudacas se quejan por las condiciones en que se desenvuelven en España”.

Como perdí el periódico recurrí al diccionario, al DRAE, naturalmente. Pero no la encontré. Parece que la Academia de la Lengua no la ha registrado aún. Bueno… debo admitir que mi DRAE corresponde a una vieja edición.

Al mediodía, todavía obsesionado por la extraña palabra, pregunté a mis hermanos si la conocían. Mi hermano mayor – no sé si en broma o en serio – me respondió que no estaba seguro pero que debía provenir de la palabra sudor, ilustrándolo con el siguiente ejemplo: “Di una trabajada tan grande que me produjo una enorme sudaca”. No le hice mucho caso, ya que es el único de la familia que no sobrepasó la escuela primaria, a pesar de ser actualmente un regidor municipal. Mi hermana menor, que estudia el tercer año de bachillerato preguntó si no se trataba del término sumaca, un tipo de embarcación usado en algunos países de América y que aparecía en una obra que había leído para las clases de español.

Como ven por todo lo anterior, la duda persistió. Y no piensen que es la primera vez que me obsesiono por una palabra o por una expresión. En los últimos años me he convertido en un obseso de las palabras. Las persigo en las conversaciones con amigos y familiares, en los periódicos, revistas y libros que leo, en los programas de radio y televisión.

El sábado pasado, por no tener compromiso laboral, salí después del almuerzo a dar una vuelta a pie por el entorno. Mientras caminaba sentía el golpeo de la palabra en las células cerebrales: sudaca, sudaca, sudaca. Al pasar frente a un edificio en construcción pude ver a muchos haitianos laborando. ¡Malditos mañé! Pensé. “Se han creído que este suelo que pisan es de ellos. ¡De qué sirvió toda la sangre que derramaron nuestros héroes si estos negros representantes de Toussaint y de Boyer entran y salen por nuestra frontera cada vez que les da la gana! ¡Oh, Duarte, cuánta falta haces!”

Luego de la momentánea distracción, volví a mis pensamientos. Ya iba saliendo del área de construcción cuando me encontré con tres haitianos que a fuerza de pala removían una mezcla de cemento y arena. Uno de ellos tomó una funda de cemento y comenzó a vaciar sobre la argamasa. En ese momento se levantó un soplo de brisa que desvió parte del cemento viniendo a caer sobre mi camiseta blanca. Reconozco que mi reacción fue brusca y furibunda: me le fui encima al granuja de negro, agarré una de las palas y le entré a palazos al tiempo que le gritaba: “¡Negro de mierda, yo te voy a enseñar a ti a tener cuidado, asqueroso mañé! Fue una imprudencia mía porque los otros compañeros pudieron haberme aniquilado, pero yo no reparé en eso. Afortunadamente, ellos sólo intervinieron para evitar que le despachara ahí mismo para el infierno.

Al percatarse de lo que estaba ocurriendo otros trabajadores que estaban por el entorno corrieron y mediaron para que “la sangre no llegara al río”. La furia que sentía era tan grande que lo que más deseaba era que el estropeado haitiano me dijera algo descompuesto o que cualquiera de ellos me hablara mal para entrarle ahí mismo. Pero nadie dijo nada y yo entonces mordiendo mi rabia decidí volverme a mi casa a cambiarme de ropa. Cuando llegué entré directo a mi cuarto y me cambié la camiseta. Me tiré sobre mi cama y poco a poco me fui serenando. Entonces, como un subitáneo asalto, retornó la dichosa palabra: sudaca, sudaca, sudaca.

Patgarpol

mayo de 2008

Texto agregado el 20-07-2008, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
21-07-2008 sudaca , a veces se utiliza de modo despreciativo hacia las personas que son de sudamerica, como tu has utilizado otras palabras mal sonantes para los haitianos, es una forma mas del racismo....besote almaguerrera
20-07-2008 magnífica ironia, todas las culturas tenemos nuestros chivos expiatorios aristofeles
 
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