Aunque caigan juntos la luna y el sol y desaparezcan, aunque cada una de las estrellas del silencioso y oscuro manto nocturno dejen de brillar, y su resplandor quede en el olvido, aunque los ríos y los mares se sequen y no haya mas agua en la tierra, aunque cada flor del bosque perezca y ya no florezcan mas aquellas que con su fragancia perfuman el mundo, aunque el cielo y la tierra desaparezcan y todo lo que hay en ellos junto con ellos, mi amor permanecerá y no dejara de ser. Aunque vengan tormentas y fuertes vientos, aunque la tristeza y el dolor estén a la puerta, aunque con suspiros me llame la tragedia para hacer de mí su presa, aunque perezca la fe y se esfume la esperanza mi amor no morirá. Aunque tuviera que descender a lo profundo de la tierra y caminar por un valle de lleno de dolor y de amargura, aunque tuviera que adentrarme en las entrañas de la muerte saldría victorioso porque sé que no es de balde mi amor. Y aun si tuviera que enfrentarme contra lo peor de mi propio ser, contra lo profundo de mí mismo, yo saldría victorioso nuevamente, solo para ver tu rostro de ternura y de amor.
No pronuncies ni una sola palabra por ahora, disfrutemos este momento, juntos. Tú y yo. Y nadie más entre nosotros. Ya nada existe a nuestro alrededor, solo Tú y tu gran amor, y yo, carne y hueso a quien día a día infundes vida con tu aliento y tu amor, a quien día a día enamoras más y más, a quien llenas de esperanza, de amor y de fe. Tú el Grande y Poderoso, y yo, el pequeño, el siervo, a quien Tú has librado de la angustia, de la tristeza, de la amargura, del dolor, del dolor de una vida sin ti. Hoy a aquel a quien Tú has hecho libre y le has dado vida y una nueva oportunidad para volar y surcar los cielos como un águila, a quien llamaste de las tinieblas a tu luz admirable, aquel, hoy abre los ojos y ve la luz del sol, los cierra lentamente y respira profundo, vuelve a abrir los ojos para ver el amanecer de su vida y decirte: Gracias mi Dios, por todo. Gracias mi amado Dios, mi Papa.
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