Cuando mi mamá fue a la tienda, antes de comprar un cuerpecito y un alma para mí hizo una lista, la que encontré por error esta tarde. Cecilia, mi madre, no podía olvidar nada ni exagerar demasiado impulsada por la ambición cuando fuera el momento de escoger qué sería de mi, debía encontrar el equilibrio, y aunque todos sabemos que eso es completamente imposible en nuestras personalidades de frma permanente, al menos lo intentó.
Hoy encontré la lista y me arrancó más de un par de sonrisas ver que aún conservaba algunas cosas intactas. Con letra algo temblorosa y aveces hasta diminuta escribió...
- Un par de ojos que admiren la belleza de la vida, que sus lágrimas no se queden indiferentes a sus injusticias. Iris oscuros a los que no dañe el brillo de la sonrisa de un amigo, ni el claro amanecer entre nubes ausentes.
- Una nariz algo grande (estilizada por lo demás), quizás le disguste, pero los aromas son parte de nuestros recuerdos más vívidos, no me alcanza para una memoria clara, pero sí para sensaciones evocadas por el ligero olor de la tierra húmeda, de la leche fresca, del café cortado, del lapiz nuevo y de los zapatos recién salidos de su caja.
-Dedos resistentes y algo rechonchos, que manejen bien la arcilla y sean fuertes para subir a los árboles, pero sensibles cuando rocen las cuerdas de una guitarra.
-Una piel tostada, ligero color miel, no quiero que el sol le detenga en las largas tardes de juegos en la playa...
Y mis labios fueron inundados por una sonrisa, recordando que todo ello había pasado... miré mi piel, nada era una coincidencia, todo lo que había vivido traía una extraña brisa, fría y nostálgica, ganas de retroceder. Escuché un ruido en la puerta, dejé la lista donde la encontré... mamá había llegado y yo no tenía razones para estar allí, cuando ella marchara nuevamente, seguiría leyendo. Es como aquel dulce que comes de a poco, solo porque sabes lo mucho que te gusta... así quería leer la lista. |