Lorena y Joselo se habían convertido en dos vagabundos, “bichicomes” en el amplio sentido de la palabra.
Un día caminaban por una carretera silenciosa. El esqueleto de un gato en sus grisáceos pellejos los seguía.
-Que día de mierda, Lore. Dijo Joselo. No hicimos un mango y no tenemos nada pa’comer”
-Algo vamos a encontrar. Dijo Lorena optimista.
De manera abrupta, un auto apareció en el horizonte. Venia a toda velocidad hacia ellos. Joselo se hizo hacia el costado derecho y Lorena hacia el izquierdo. Pero el gato se quedo en el medio, allí, en la línea amarilla, inmóvil.
El conductor quiso frenar el auto, pero ya era tarde.
El Mercedes Benz aplastó al felino, matándolo.
La persona conmocionada bajo del vehículo presurosa y fue directamente al encuentro de Lorena.
-Pobre gatito. Dijo la muchacha. Que lastima.
-Mil perdones. Dijo el sujeto. Quise esquivar su gato, pero me fue imposible.
El conductor llevo una de sus manos al bolsillo trasero de su Jean, sacó su billetera y extrajo un billete de a mil. Seguidamente se los dio a Lorena.
-¿Esta bien así? Preguntó tembloroso.
- Si señor. Dijo Joselo.
- Gracias señor. Agregó Lorena.
El personaje se subió al “spider” y desapareció tan pronto como se había presentado.
-Pobre minino. Repitió Lorena mientras meneaba su cabeza y guardaba el dinero entre sus harapos.
-¿De quien era el gato? Preguntó Joselo.