Fuerza, eso era lo que sentía pasar por su mano derecha, una poderosa fuerza. Un baño de adrenalina hacia llamear el interior de su cuerpo con esa sensación incontenible, esa sensación que tomaba control de su mente y que desembocaba en sus ojos, obligándole a buscar una victima nueva cada tercer miércoles del mes.
Que gusto sentía, el placer era indescriptible al apaciguar esas torturantes voces que lo dominaban, que lo poseían. Atravesaba con una mirada de fuego a la pobre victima, que convulsionaba con los ojos abiertos buscando una salvación ya imposible. Con la quietud de la victima se apagaron las voces, se consumió el fuego y dio inicio una nueva etapa de trance, de paz simulada que duraría hasta el próximo mes, hasta el tercer miércoles del próximo mes...