Me miraba desde su lecho de mantas mal arrolladas, con ojos penosos, pero mansos. Sabia que se acercaba su muerte, y estoy seguro que no le temía. Para ella era señal que por fin terminaría su pena, y a llegar, el anhelado descanso que pusiese finalmente, un corte, al sufrimiento.
Y casi, que los signos de pena, tendrían más que ver con la desazón de entender que me dejaría solo en la vida.
En 17 años, casi no nos hemos separado, y ha sido la mejor compañera que he tenido nunca jamás. Ha soportado con paciencia y hasta alegría, todos mis ciclotímicos estados. El abandono por momentos, y hasta el hambre.
Centro de mis iracundas descargas de frustración, por cierto no pocas durante algunos pasados malos tiempos. Y jamás una queja, y jamás otra cosa que no fuese una mirada llena de ternuras en respuesta y casi, de comprensión.
Esperaba paciente mi llegada, aun con el día ya crecido y al sentir los ruidos en el portal de acceso, corría prontamente a la cama, porque solo podía descansar cuando daba por cierto que regresaba por mis propios medios a la casa.
Miraba llena de curiosidad durante horas, días enteros, mis devaneos creativos cuando trataba de componer canciones berretas o jeroglíficos incoherentes simulando grandilocuentes frases, siendo, el único y sufrido público.
Jamás aplaudió nada de lo que concienzudamente escuchaba hasta el hartazgo, pero siempre y absolutamente siempre, en respuesta veía sus ojitos brillando de alegría solo porque allí estaba, con ella.
Ahora, ya en el tiempo y la distancia, puedo racionalizar el hecho de que, aunque parezca increíble, tuve de su parte más del afecto y la atención, que jamás recibí durante niñez y adolescencia.
Sin opinión, sin puntos de vista, ni consejos posibles, acompaño locuras, enajenaciones y llantos, solitarias victorias y fracasos, en medida que me iba convirtiendo en hombre, a los golpes.
Se llamaba Fati y era un híbrido de Bernes Montañés y porta pulgas.
No estoy muy seguro de la existencia de un Dios, pero si lo hay, también habrá un cielo donde habitará el alma buena de una amiga única y fundamental en mi vida.
Y sino.., lo habrá creado para ella. |