Perro, puto, muy puto
de esos que soy capaz de odiar
porque me despiertan en las noches,
solo para recordarme que son muy buenos en lo suyo.
Para recordarme lo carnal del sexo,
perro, pero muy perro,
tanto que hoy te condeno.
A que el sudor de otra te sepa
a hiel de carne,
con tan solo sentirla.
Te condeno maldito sin amor,
a que no sientas más,
a que no percibas por nada el nombre de otra,
te condeno a que pierdas tu don.
Y que como resultado trates de verla a ella,
como la viste alguna vez,
pero sin verla,
pero sin sentirla.
Y perderás el tiempo
tratando de tocarla,
tratando describir aquello que de ti jamás salió.
Pero habrás perdido tu don,
y perderás la capacidad de mirarla con el pincel nuevamente
y de cubrir con óleos de oro su cuerpo.
Y aunque te encuentres frente al lienzo
queriendo marcar las líneas que dibujan sus bordes,
no podrás,
porque ya fue tuya
y dejó de ser para ti
la fruta deliciosa que nunca pudiste probar.
Porque por tu condena
ya la habrás probado,
la habrás tocado
y estarás condenado,
por tu propio deseo
por tu propia carne
a creer que fue poco el tiempo con ella,
que no la poseíste lo suficiente,
que te falto beber la sabia de su entrepierna,
que te falto saber lo que sentía desearla y no tenerla.
Te condeno a que no me mires más nunca
a que no me sientas más,
a que cuando mires en un espejo
me veas en el reflejo
y sepas que ya fui tuya
y que no podrás tocarme de nuevo.
Porque de hacerlo,
mi sudor,
en tus labios será
hiel de carne
y nada más.
para Sergio |