SILENCIO.

El silencio absoluto me enferma, es tan frío que congela el alma y no hay cobija que le de calor.
Por lo general es grato, despierta la creatividad, permite concentrarse mejor en cualquier actividad, en mí cuarto me agrada el silencio, pero necesito sentir la vida allá afuera, podría ser una música lejana o como el acompasado toc-toc de las goteras de las ramas después de la lluvia, el ruido distante y cansado de los últimos buses que transitan la Avenida. A través de mi ventana, sentir allá abajo los pasos apresurados por el centro de la calzada. Pasos temerosos. El perro que ladra en algún jardín a distancia o vagando al anochecer, cuando las sombras se cambian de lugar jugueteando con la luz de los faroles. Esto acompaña mí soledad.

El silencio se adormece en la quietud de la noche y los recuerdos se liberan y salen a danzar en la sombra, con diferentes compases, algunos muy alegres.
Cierro mis párpado para dormir , porque es una maravilla despertar al amanecer.

Abro mis ojos y rompiendo la penumbra y sin hacer ruido resplandece tu imagen sonriente y no puedo dejar de recordar cuanto nos amamos y tu vida que fue una estrella que se perdió en el vacío.
El silencio se rompe con mí desconsuelo.

S ilvia Parra B.